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Barak renuncia al Ministerio de Defensa israelí y promete de nuevo retirarse de la política

Ésta es la segunda vez en poco más de dos semanas que Barak anuncia oficialmente la dimisión de todos sus cargos políticos. La primera fue el pasado 6 de febrero, al conocer su derrota aplastante en las elecciones a primer ministro, a manos del líder radical Sharon. El descalabro de la izquierda israelí, que en aquellos comicios perdió más de 700.000 votos, le llevaron a reflexionar sólo durante unos veinte minutos y a anunciar precipitadamente su retirada.

Sin embargo, Barak no sólo incumplió su promesa de licenciarse, sino que en las dos últimas semanas ha negociado prácticamente en solitario, aunque en nombre del Partido Laborista, la formación de un Gobierno de unidad nacional con el partido Likud. En las filas de ese Gabinete se había reservado un empleo destacado, el puesto de ministro de Defensa, y había concedido a su aliado circunstancial, Simón Peres, la cartera de Asuntos Exteriores.

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La sorprendente actitud de Barak provocó de inmediato las críticas despiadadas de la izquierda israelí, incluida la mayor parte de sus ministros y aliados, que le han venido acusando de maniobrar 'sin pudor' y 'sin honor' para mantenerse 'a cualquier precio en el poder'. Así sembró el germen de la escisión en las filas pacifistas y especialmente en el laborismo, que le pedían una sola cosa: 'vete a casa y no vuelvas'.

La rebelión de los barones laboristas contra Barak culminó ayer por la tarde cuando el peor de sus enemigos, el presidente del Parlamento, Abraham Burg, reunió en su casa a una gran parte de los conspiradores, incluidos algunos de sus hasta entonces amigos, para elaborar una estrategia común y hacer descarrilar los planes del primer ministro, obligándole a dejar el poder.

Carta al 'enemigo'

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'Tengo la intención de dejar durante un tiempo la vida política', escribió Barak ayer, dolido, en una carta de dimisión dirigida al jefe electo del Gobierno, Sharon, y al secretario general del Partido Laborista, Raanan Cohen. En un último acto de vanidad y de prepotencia, Barak acusa a unos y otros, incluido Sharon, de ser responsables de su destronamiento. Para Barak, Sharon ha quebrado los lazos de confianza personal 'sobre los cuales podría haberse construido una base sólida para un trabajo conjunto y fértil'. Como si tratara de coleccionar fantasmas, el ídolo caído acusó a los dirigentes del Likud de haber fomentado la rebelión dentro de las filas del laborismo.

Anoche, desde la antesala del ostracismo, Barak lanzó un último consejo a sus compañeros laboristas (él no renuncia a su militancia en el partido) para que 'se unan, superen sus divergencias y acepten colaborar en un Gobierno de unidad nacional con el Likud'.

'Ahora, sin él en el partido todo será más fácil', aseguraba una fuente laborista, mientras se desata de nuevo una carrera frenética para hacerse con los atributos políticos del cadáver Barak, pero sobre todo para ocupar la dirección de un laborismo enfermo por las disensiones y al borde de la escisión.

[Por otro lado, Amnistía Internacional denunció ayer a Israel por 'la política de asesinatos de Estado' contra palestinos sospechosos de actividades terroristas].

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