Políticos
Todo en política corre permanentemente el riesgo de convertirse en esperpento. Y sin embargo la política es el invento más civilizado para conseguir la convivencia pacífica, es la práctica que permite negociar, pactar, encontrarse en las diferencias y aportarlas al servicio del bien común. Política es cortesía, educación, capacidad de escuchar al contrario, es una noble actividad y es de agradecer a quienes a ella se dedican el que lo hagan, porque sólo con ella es posible el sueño de una sociedad justa. La política necesita democracia, porque con ella es posible contrastar las diferentes ideologías y por tanto los objetivos económicos, sociales, culturales, etcétera, de cada grupo político. Tener la oportunidad de elegir entre partidos de una ideología o de otra para que unos u otros gobiernen es una garantía de que los ciudadanos tenemos siempre en nuestras manos el futuro y eso debemos creérnoslo siempre para que nadie utilice nuestra desconfianza en beneficio propio. Los políticos son necesarios, pero hay que vigilarlos y obligarlos a pagar cuando cometen errores, como el cometido por el diputado andaluz Rafael Centeno, autor de una frase que nos llena a todos de vergüenza y de un silencio indigno que lo obligaba a él y a los suyos a pedir perdón tras el lamentable espectáculo. No ha sido edificante el comportamiento del PSOE.
A veces los políticos olvidan la nobleza a la que obliga el oficio al que se comprometen tan seria y públicamente. Y sin embargo cada asunto tiene su medida en el tiempo y en el espacio y si exigir responsabilidades es imprescindible, tratar de hacer de un asunto causa general y motivo de exigencia universal de todas las penitencias, como está haciendo el PP, es un exceso que puede incluso hacer olvidar la insoportable, vergonzosa y racista frase del escándalo. O, lo que sería peor, conseguir que en lugar de hablar de inmigrantes y racismo, en lugar de hablar de actitudes cívicas, en lugar de aprovechar para profundizar en actitudes democráticas, tolerantes y solidarias, los políticos nos lleven, otra vez más, a hablar de lo que parece que más les importa: ellos mismos, convirtiendo lo importante en esperpento y tratando de pescar, votos naturalmente, en el río revuelto de los errores.
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