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VISTO / OÍDO
Columna
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Pensiones

'Siempre habrá pobres y ricos', decía un refrán de los ricos infiltrado a los pobres, como el del hombre feliz que no tenía camisa, el camello y la aguja, el cuento de la lechera. Toda la literatura, con excepción de algunos. Es una condición de la especie que ha sufrido variaciones, pero que estaba ya en el tiempo de las cavernas (el orden se estipulaba desde la mejor caverna con las mejores porras, donde daban clases de economía).

Crece la campaña contra las pensiones (ayer, en este diario), y la idea dominante es que no se pueden dar porque los necesitados aumentan. Y los ricos disminuyen. Una imaginaria masa igual de riqueza se queda en menor número de manos y el vacío de la pobreza se reparte entre más. A escala mundial hay arreglos, como el de Bush volviendo a matar iraquíes por la seguridad de EE UU y de Inglaterra (los niños iraquíes les iban a matar), pero eso es caro.

El sistema israelí sobre la misma zona islámica es más barato, pero lento. Quizá Sharon, con Bush (amados de los votantes), lo apresure. No siempre se tiene la suerte que con Argelia, donde se exterminan entre ellos, y el Ejército se disfraza de rebeldes para degollar gente que seguiría tratando de comer.

Los impuestos comenzaron sacando a los pobres arroz o borregos, trigo y cerdo, para dárselo al rey. Poco a poco, los economistas que aún no se llamaban así inventaron la redistribución de la riqueza: se sacaba algo a los ricos de lo que los pobres les habían dado en reales de vellón y les daban limosnas. Esto es reciente, y en los últimos años pareció genial: mediante pensioncillas, indemnizaciones de despido, se evitaban revoluciones.

Éstas siempre las pierden quienes las hacen; la francesa o la soviética; pero durante un tiempo tienen guillotinas, hoces o fusiles. Ahora parece evitado ese riesgo: en Rusia ha vuelto a haber lo de siempre, ricos y pobres, y Francia había tardado muy poco en equilibrarse. El regreso al contrato de mierda, al puto despido y a la disolución lenta del médico social (listas de espera, consultas fugaces, tabletas genéricas) es útil. Los beneficios de los ricos se multiplican, y los pobres vienen en masas de fuera -¡mil kurdos!- y se les echa o se les hunde; o sirven para abaratar más los contratos de mierda, putos despidos, etcétera. Quedan las pensiones ya maltrechas. Van a por ellas. Dicen que no se van a poder continuar: que no se tocarán más sus beneficios. O que los pobres les paguen a los bancos lo que han de cobrar de viejos o enfermos, y las mujeres con útero adelanten lo que les quitarán con la natalidad.

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