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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Réplica sobre el catalán

En el artículo Bilingüismo y lengua en peligro de extinción (EL PAÍS, 14 de febrero de 2001), el profesor Albert Bordons, de la Universidad Rovira i Virgili, aborda el siempre espinoso asunto de las lenguas en Cataluña para defender la idoneidad de unos principios, los que rigen la política lingüística de la Generalitat, que se están viendo cuestionados desde diferentes instancias judiciales.

Para cumplir tan delicada misión, Bordons dibuja un siniestro panorama en torno a la supervivencia de la lengua catalana, que, aunque está bien viva, como afirma un tanto paradójicamente, se ve amenazada por la globalización y por una sociedad que, a pesar de leyes, prohibiciones, inmersiones y demás artilugios ideados desde el poder, se obstina en seguir hablando en español. La consecuencia que extrae de este cuadro es que el catalán está muy lejos de su normalización y que la Generalitat debe emplearse a fondo para impedir la muerte de la lengua.

Señor Bordons: si una lengua tiene vitalidad, como usted le supone al catalán, resulta inverosímil que pueda desaparecer a corto o medio plazo y, por tanto, no necesita el apoyo de ninguna Administración. Y al revés; cuando la Administración se involucra tanto como lo está haciendo la Generalitat en la defensa del catalán a costa del castellano, corre el riesgo de matar a su protegida de puro proteccionismo, de puro aburrimiento por parte de una sociedad hastiada de las imposiciones del poder político.

Ante la descripción tenebrosa que realiza Bordons sobre el estado de las lenguas en la sociedad catalana, pueden extraerse dos conclusiones: la primera, por la que se inclina Bordons, consiste en alentar un mayor intervencionismo de la Generalitat, a pesar de que, como se reconoce en el artículo, este intervencionismo no ha alterado el equilibrio espontáneo entre las dos lenguas.

La segunda conclusión no es tan cómoda para los planteamientos convergentes, pero resulta más liberal, moderna y barata para los bolsillos de los contribuyentes. Si, como reconoce Bordons, en la sociedad ya encontramos las dos lenguas de forma espontánea, ¿qué autoridad tiene el Estado para alterar artificialmente un equilibro elegido por los hablantes? ¿Hasta cuándo es saludable que la Generalitat se empecine en imponer un monolingüismo?

La experiencia nos enseña que, cuando la sociedad y el Estado echan un pulso, al final la Administración siempre sale derrotada.-

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