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Columna
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Tres joyas

Miguel Ángel Villena

El dios mercado ha invadido todo el horizonte en una suerte de infinita cadena industrial, donde la cultura suele aparecer empaquetada, adocenada, con esa ausencia de imaginación y de riesgo que caracteriza los escaparates de los grandes almacenes. Estas recientes manifestaciones del escritor Juan Goytisolo han intentado analizar esta mercantilización creciente que busca mucho más el beneficio que la calidad. Al compás de esta adoración de los becerros de oro, los hallazgos culturales se convierten en auténticas piezas de orfebrería. De hecho, las joyas de la cultura hay que descubrirlas en las tiendas de barrio, es decir, en las películas de bajo presupuesto, en los montajes teatrales audaces o en las novelas que publican pequeñas, pero prestigiosas editoriales.

El primer ejemplo de joya primorosa es la película El Bola, un prodigio de sensibilidad, lucidez y radicalidad sobre un asunto tan hiriente como los malos tratos a los niños o a los adolescentes. Una vez más, la industria decidió retirar de las pantallas este filme que ahora la fuerza de la artesanía, en forma de premios Goya, ha devuelto a las salas de cine. La segunda joya maravillosa es la novela Balzac y la joven costurera china, de Dao Sijie, editada por Salamandra. Humor y ternura en medio de la tragedia de la revolución cultural de los años setenta, canto a la amistad entre jóvenes, exaltación de los amores adolescentes y, por encima de todo, una de las más bellas incitaciones a la lectura que ha generado la literatura de nuestros días. En último lugar -mas no por ello menos importante- aparece el espectáculo teatral Besos. Desde la dirección y la interpretación, el valenciano Carles Alberola ha logrado al frente de Albena Teatre poner en pie un montaje sencillo, fresco, imaginativo e iconoclasta. Estas tres joyas nos reconcilian con el placer de la cultura, nos hacen pensar y sentir, nos sorprenden y nos deslumbran. El Bola, Balzac y la joven costurera china y Besos plantan cara desde la artesanía creativa a esos bloques impersonales de cemento en que se ha convertido buena parte de la cultura.

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