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Reportaje:RAÍCES

La herencia gloriosa de una ciudad

El profesor Antonio Ortega rastrea el sustrato cultural y la historia de Úbeda

Ginés Donaire

La ciudad de Úbeda (Jaén) se ha ganado por derecho propio la capitalidad cultural de la provincia jiennense. Al emergente escenario de personajes del mundo de las letras y las artes (desde el novelista Antonio Muñoz Molina al cantautor Joaquín Sabina pasando por el ceramista Paco Tito ) se une su festival internacional de música y danza, uno de los más reputados de la geografía española, y, sobre todo, un dinamismo y un espíritu cultural que aflora en el latir diario de la ciudad.

Pero, ¿son casuales esas señas de identidad? El profesor Antonio Ortega Ruiz (Baeza, 1960), investigador del Centro Andaluz de Estudios para el Desarrollo Rural de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA), tiene claro que nada es fruto de la casualidad. 'Todos los pueblos son consecuencia de un pasado', asegura Ortega Ruiz, autor del libro de reciente aparición Úbeda, un paseo por su herencia histórica, donde desgrana, de una manera clarificadora, cómo la esplendorosa huella cultural de la llamada ciudad de los Cerros ha ido perviviendo hasta la actualidad.

Caballeros y bailarinas

'Lo que la gente asume como propio es lo que perdura y lo que concede unas señas de identidad', dice el profesor Ortega, licenciado en Historia Medieval. Ya en el mundo islámico, se indica en el libro, hay constancia de que Úbeda 'era conocida por sus bailarinas, sus ejercitados caballeros, la pasión de sus ciudadanos por la música y danza y por la importante producción de azafrán y manufacturas de esparto'.

A Úbeda, ciudad de realengo, se le concedió el Fuero de Cuenca, con amplios privilegios para atraer a pobladores de Castilla, motivados por unas propiedades y por un régimen jurídico-político más libre que el existente en sus lugares de origen. A partir de ahí, emergió en la ciudad un omnipresente poder de la nobleza y del artesanado, que provocó sonadas revueltas antinobiliarias como la que abanderaron, en el siglo XIV, el abarquero Juan Martínez y el artesano chapinero Juan Lobatón.

Sin embargo, fue durante el Renacimiento cuando Úbeda alcanzó su etapa de mayor esplendor coincidiendo con el proceso de señorialización de la ciudad, donde la aristocracia local domina al poder político civil. Ortega recuerda que en aquella época se desarrolló 'una pujante artesanía pañera que, junto con la cerámica, podría calificarse de protoindustrial'.

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Además, añade, la ciudad se verá salpicada de los nuevos aires artísticos y culturales, tanto ibéricos como importados de otras partes del imperio, durante los reinados de Carlos I y Felipe II. Pero fue el urbanismo renacentista el que marcó decisivamente las señas de identidad de Úbeda. 'El legado arquitectónico ha ido creando un sustrato de orgullo entre los ciudadanos que ha ido perviviendo a lo largo de la historia', subraya el investigador.

Fue la familia Cobos-Molina la que abanderó ese proceso de ordenación urbana, a través de una señalada labor edificadora y de mecenazgo sobre un buen número de artistas. Entre ellos, sobresale la figura del cantero y arquitecto Andrés de Vandelvira, que dejará una profunda huella en Úbeda y en buena parte de las ciudades más importantes de Jaén.

Y si hubiera que elegir un monumento que congregara a su alrededor a un elenco de artistas de talla universal, éste es la Sacra Capilla del Salvador, en la plaza de Santa María. La capilla se proyectó como lugar de enterramiento de Francisco de los Cobos por Diego de Siloé en 1536. Las obras fueron adjudicadas a Alonso Ruiz y Andrés de Vandelvira. Junto a ellos participaron artistas de la talla de Berruguete (autor del retablo original, hoy perdido), Esteban Jamete (escultor de la fachada y sacristía) y Villalpando (rejería).

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