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Reportaje:LITERATURA POPULAR | RAÍCES

Quien no va a la aceituna, no se enamora (y 5)

El tiempo ha aclarado por completo cuando regresamos al punto de partida, Sevilla y sus comarcas. Que no todas son homogéneas en esto de la aceituna. También aquí, sobre el verdeo ya lejano, se coge ahora la del aceite. Primorosas cosechas de Montellano, que ha vuelto a revalorizar estos años un néctar virginal e indómito, antes destinado al refino, pecado mortal de esta industria.

De Carmona, con trasuntos romanos en el paladar, pues aquí se exprimían del fruto sus primeras fragancias, capricho de emperadores. Aquí, año 77, una campesina iletrada -que no inculta- aseguró al cronista que el cuento de Juan el Oso -que ya aparece en el Rig Veda- se contaba en las cuadrillas de cogeores para atemorizarlos y que no entraran a robar en una huerta que por allí había, donde habitaba el mítico hijo de una mujer y un oso, antecesor de Hércules.

Y, ya subiendo por las amables pendientes de la Sierra Norte, con los sonoros reclamos del zorzal alegrando los soles de febrero, Cazalla: 'Cazalla de olivos verdes, / que me lo ha contao mi pare, / cogeoras del pío pío, con pañuelos de lunares, / con las enaguas rotas / y con el culo arresío'. Duro oficio, no nos cansaremos de repetir. Los hombres vareando, y las mujeres, que en octubre ordeñaban los olivos, con delicadeza para no herir las codiciadas manzanillas y gordales, verdiales, dulzales, prietas, zafairón... ahora de rodillas, cogiendo las soleras, que quiere decir 'del suelo'.

¿Viene de aquí el nombre del cante más jondo, la soleá? Algunos así lo creen. Desde luego sufrimiento no falta, ni frío en las manos, ni sabañones, ni miseria atávica: 'Aseitito que le echaba / al peasito pan que tenía, / al candil se lo quitaba'. Ni contrariados amores: 'Sombra le pedí a la fuente / y agua le pedí a un olivo. / Que me ha puesto tu queré / que no sé ni lo que digo'. Ni desesperación cósmica: 'En medio del olivar / le daba gritos al cielo / y el cielo sin contestar'.

Pero volvamos a lo del pío, pío. En todas partes la onomatopeya, o el infantilismo, no se sabe bien, asociado a este oficio: 'Aceituneros del pío, pío. / ¿Cuántas fanegas habéis cogío? / Fanega y media, / porque ha llovío', cantaban este año por Jaén, con más motivo que nunca. Pero en la zona de Morón-Arahal vuelve el asunto por sus fueros de picardía: 'Aceituneras del pío, pío, / debajo las enaguas / llevais un nío / de gorriones / medio pelaos, / medio vestíos' Y dale con las enaguas.

Mucho mujerío burlón hay por aquí, y latentes rivalidades de matriarcado residual, con paralelismo en oficios antagónicos: 'A las costureras las conocemos / por su divisa: / mucho meneo de culo / y cosas postizas'. 'Mi suegra a mí no me quiere / porque soy aceitunera. / La semana que viene / me meteré a costurera'. Claro que es tiempo de mucho darle a la aguja también, pues casi sin advertirlo nos hemos metido en carnaval. Y no bien se llega del tajo hay que ponerse a preparar los disfraces, y a repasar las letrillas: 'Madre, yo tengo un novio / aseitunero / que ejvaretando / tié mucho salero. / Y yo le digo: / deja las varas, / que las verdes son las más caras. / Y él me contesta: / y las negritas pa ti, / tipití, tipití'.

De nuevo afloró la distinción, con la que empezamos esta serie: verdeo / almazara, manzanilla / ojiblanca, ordeñar / varear. Dos modos de entender la misma cosa: Andalucía, canto y llanto, dolor y fulgor.

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