Militares argelinos se disfrazaron de terroristas para matar civiles
Bajo su pluma, los terroristas son los 'barbudos' o 'islamistas', y los 'colegas', los compañeros de armas. 'En la primavera de 1993 participé por primera vez en una masacre. Fui cómplice de un crimen', explica el autor, entonces sólo chófer de una expedición de castigo contra 'un pueblecito con reputación de ser proislamista'.
En 1994, en Lakhdaria, a unos 100 kilómetros de Argel, acompaña a un comando 'con barbas' que secuestra a seis personas sospechosas. 'Las torturamos, las matamos y quemamos los cadáveres', dice en el libro, prologado por el juez anti mafia italiano Ferdinando Imposimato, para quien el texto del oficial argelino es 'un conjunto muy valioso de notificación de crímenes con indicaciones precisas de nombres, lugares y fechas'.
Souaïdia no se presenta como un simple testimonio ni como neutral atrapado por dos infiernos. Admite haber disparado y asesinado 'barbudos', condena el fanatismo religioso, pero no quiere ocultar el desastre político-moral de un Ejército que conserva el poder a pesar de que 'el 80% de los oficiales y suboficiales se droga' o de que sus 'Kaláshnikov de fabricación argelina sólo son una pálida copia de las de origen soviético debido a la mala calidad de las aleaciones'.
Las revelaciones de Souaïdia, las más detalladas y precisas hasta ahora conocidas, se hacen públicas pocos días antes de que el ministro de Exteriores francés visite de nuevo al presidente Abdelaziz Buteflika en Argel, tal y como ha puesto de relieve un grupo de intelectuales críticos, que denuncian las complicidades de los sucesivos gobiernos franceses.
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