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Columna
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Romanos

Miguel Ángel Villena

Como irónica muestra de la falta de cultura teatral en este país, José Monleón citó la incompetencia de la Magistratura: 'Los jueces no entienden que el teatro romano de Sagunto no era griego, sino romano'. 'Parece una obviedad', agregó el crítico en unas recientes declaraciones públicas, 'pero una reciente sentencia obliga a destruir un teatro romano para dejar las ruinas de un teatro griego'. Historia interminable desde hace más de una década, la rehabilitación de Giorgio Grassi y Manuel Portaceli suscitó pasiones y odios, movilizó a encendidos partidarios y a furibundos detractores, dividió en suma a la ciudad de Sagunto. El arte siempre es discutible, pero la demagogia de los actuales gestores culturales -entonces en la oposición- llevó el tema a los tribunales. Con la ya consabida rapidez de la Justicia, la patata caliente ha vuelto en forma de envenenado bumerán a la Generalitat que ahora preside Eduardo Zaplana. El Gobierno valenciano debe estar recitando ahora a coro aquello de 'quien siembra vientos, recoge tempestades'.

Ahora bien, la conducta del PP ante esta rehabilitación -sin duda polémica, pero avalada en su momento por las instituciones democráticas- se convierte en un símbolo de la política de gestos que inspira toda la doctrina de la nueva derecha. ¿Para qué sirven inventos como los debates del Tercer Milenio? ¿Alguien se va a beneficiar de la faraónica Bienal de Valencia más allá del sector turístico? ¿Qué necesidad había de encargarle a Norman Foster un palacio de congresos cuando el Palau de la Música ya cumplía esa función? Propuestas grandilocuentes y actitudes de escaparate en un país donde más del 90% de la gente no ha ido nunca a un concierto de clásica y donde casi tres cuartas partes de la población no acude a las salas de teatro. Ni siquiera han aprendido los responsables culturales el lema romano de pan y circo. Porque, a la vista de la sentencia sobre Sagunto, la ciudad se quedará durante unos años sin teatro ni música ni danza. Circo tampoco, claro, porque de esta faceta del espectáculo ya se encargan jueces y políticos.

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