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Reportaje:RAÍCES

El arquitecto de la música

Los colegas de García de Paredes reivindican el carácter andaluz y pionero de su trabajo

¿Cómo identificar lo andaluz en la arquitectura? ¿Rejas en las ventanas, patios interiores y fachadas encaladas? ¿Guiños a un pasado arabizante con arcos de herradura lobulados? ¿O quizá haya una forma contemporánea e individual de interpretar el lugar y su cultura, sin caer en el tópico? En una sociedad que desconoce cuáles son los fundamentos de la arquitectura del siglo XX, éstas no son preguntas retóricas. Máxime cuando menudean los casos de debates entre responsables políticos que dicen representar el gusto y el sentir popular y arquitectos que, aparentemente, se empecinan en diseñar edificios contemporáneos contra el gusto mayoritario. La creciente moda del cambio de fachadas de edificios racionalistas o posmodernos por algo más andaluz es sólo una muestra.

Algunos arquitectos saben que es necesario educar a la población en los lenguajes de su tiempo. Es el caso de Víctor Pérez Escolano, catedrático de Historia de la Arquitectura en la ETSA de Sevilla, y persona que desde las instituciones (ha sido concejal de Urbanismo en el Ayuntamiento de Sevilla y director general de Arquitectura y Vivienda de la Junta), las aulas o los planos ha luchado por defender el valor patrimonial de la arquitectura contemporánea.

El pasado viernes Pérez Escolano clausuró en el Colegio de Arquitectos de Málaga, con una conferencia, una exposición homenaje a uno de los mejores arquitectos españoles del siglo XX. Aún desconocido para el gran público, ayer hizo 11 años que murió José María García de Paredes (1924-1990). Sevillano, de familia gaditana, estudiante en Málaga, casado con Isabel de Falla y unido a Granada, se le suele asociar al grupo madrileño que, desde el racionalismo, contribuyó desde los años cincuenta, a elevar la cultura española de su aislamiento. 'La condición de madrileño es artificiosa: no sólo por su biografía aferrada a Sevilla, Málaga, Granada y Cádiz, ni por ser académico de San Fernando o Medalla de Honor de Andalucía, sino porque al menos 30 de sus mejores obras están realizadas aquí', recuerda Víctor Pérez.

Formaba parte de la generación de arquitectos que incorporan la modernidad a España. Junto a De la Hoz, García de Paredes ganó en 1957 el Premio Nacional de Arquitectura por el Colegio Mayor Aquinas en Madrid, que se convirtió en emblema de lo moderno. Pero si algo caracteriza a su obra es la creación del espacio interior. Muy austero, dominaba lo intangible: la luz, el vacío, los materiales y el sonido. Lejos de esa identificación entre andaluz y barroco, García de Paredes representa lo espiritual y lo humanístico. 'Fue un arquitecto de su tiempo que arrastraba la condición del lugar de donde es. Ser andaluz cabalmente es ser dinámico y García de Paredes lo era', apunta Pérez Escolano.

Fue el arquitecto de la música. 'Ningún arquitecto español ha definido la función de la arquitectura en relación con la música como él', añade Pérez Escolano. Tras ver el estreno de la Atlántida en la Scala de Milán en 1962 hizo la primera exposición sobre Falla en San Jerónimo de Granada, 'un hito de los montajes expositivos en cuanto a su simplicidad y la pureza', según Pérez Escolano. Pero es que entre sus obras se encuentran algunos de los mejores auditorios del siglo en España: el Manuel de Falla en Granada, el de Cuenca, el Palau de la Música en Valencia o el Auditorio Nacional en Madrid.

Fue también uno de los cabecillas de la renovación estética que la iglesia quiso para sus templos tras la celebración del Concilio Vaticano II. La iglesia de Nuestra Señora de los Angeles en Vitoria y la iglesia-convento de Stella Maris en Málaga aparecen citadas en todos los manuales y fueron revolucionarias en su tiempo. Pérez Escolano está convencido de que 'es necesario mantener la llama de García de Paredes. No por razones melancólicas sino porque hoy su personalidad resulta muy conveniente: no vivió a la moda y fue un profesional íntegro de gran solidez técnica. La arquitectura no es sólo color y espuma. Él representa su esencia'.

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Un viaje por la región

Para entender la arquitectura, la música o el arte contemporáneos, es necesaria la experiencia directa y la generosidad suficiente para dejarse imbuir por lenguajes que a veces resultan extraños. Sentir a José María García de Paredes puede ser una buena piedra de toque. Cualquier andaluz puede visitar algunas de sus obras. Podría comenzar por escuchar a la Orquesta Ciudad de Granada en el Auditorio Manuel de Falla y, sin irse de la misma ciudad, visitar el Carmen para José María Rodríguez Acosta y el instituto Gómez Moreno en el Albaicín y el edificio y piscina del Tiro de Pichón en Cubillas. En Málaga, no puede dejar de entrar en la iglesia convento de Nuestra Señora de Belén, conocido popularmente como Stella Maris, un edificio acabado en 1964 al que estuvieron a punto hace dos años de colocarle un mural cerámico en la fachada 'para que pareciera una iglesia'. Curiosamente, la correspondencia de la época entre el arquitecto y el superior de la orden de los Carmelitas Descalzos anticipa el futuro rechazo popular a la obra. Otra casa que ejemplifica los principios del racionalismo abstracto que tanto defendió García de Paredes fue la Casa Pinaguay para José Benavente en Chiclana (Cádiz) o la sede del banco de Granada en la calle Sierpes (Sevilla). Y dos proyectos no construidos que pueden verse en la exposición itinerante sobre su obra montada por el Colegio de Arquitectos de Granada: el Teatro al aire Libre en el Generalife y su proyecto para el Teatro de la Ópera de Sevilla.

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