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Columna
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Comendador

Entre las esforzadas defensas de la Ley de Extranjería que han llevado a cabo estos días los meritorios locales del PP, cabe destacar la firmada por Luis Rogelio Rodríguez-Comendador, Presidente de la Diputación de Almería, un señor muy bien peinado que acaba de marcharse a Bruselas para solucionar el conflicto de El Ejido. En la sarta de lugares comunes y ambigüedades malintencionadas que ha publicado en la prensa, he encontrado dos oraciones unidas por una coordinación adversativa, que deberían ser estampadas en forma de gaviota sobre las camisetas que vistan las saludables juventudes del partido cuando repartan octavillas durante la próxima campaña electoral: 'Es muy duro decirlo, pero en España no cabemos todos' ha escrito quien rige la Diputación de la provincia donde hace un año se produjeron las más bestiales manifestaciones de racismo. La frase es tan gráfica que propongo estamparla como un caligrama de Apollinaire: la primera oración dibujaría el ala izquierda de la gaviota, caería suavemente hasta llegar a la conjunción adversativa, y a partir de ahí la segunda oración se remontaría majestuosamente trazando el ala derecha de esta ave tan popular.

Pero no hace falta recurrir a experimentalismos poéticos para identificar el tufillo que despide. El análisis de la sintaxis constituye una buena herramienta para desenmascarar imposturas. Es cierto que al tratarse de oraciones coordinadas, de dos cláusulas con el mismo rango, no puede hablarse de oración principal y oración subordinada. Sin embargo, aunque las oraciones gavioteras de Comendador están en el mismo nivel sintáctico, se encuentran en planos semánticos diferentes. Del mismo modo que la principal pretensión comunicativa de quien dice Yo no soy racista, pero los moros huelen mal no es abrenunciar a la xenofobia (yo no soy racista), sino poner de manifiesto la segunda parte de la frase (los moros huelen mal), la intención principal de Comendador no es la de ilustrar su desgarro interior al constatar un hecho equis (es duro decirlo), sino enunciar tal hecho (en España no cabemos todos). Éste es el único mensaje, presentado, eso sí, con los ropajes de la compasión. Y como no somos dueños de nuestra sintaxis, sino que es la sintaxis la que se adueña de nosotros, la que nos escribe y avergüenza en público sin que nosotros lo advirtamos, esta subordinación ideológica, revestida de la templanza y el equilibrio de la coordinación sintáctica, ilustra perfectamente la táctica que ha seguido el PP desde que Aznar se declarara centrista: camuflar su extremismo semántico con una sintaxis moderada.

Con extremistas como Comendador, que además han olvidado las clases del bachillerato donde nos explicaron que los flujos migratorios no son problemas de orden público, sino viejos movimientos del mundo, fenómenos casi atmosféricos, como las mareas, que es inútil prohibir por ley, ¿qué garantías tenemos de que aquellos incidentes salvajes no vuelvan a repetirse un año después? Ley es la palabra que más repite Comendador para parecer moderado, pero a mí me asusta su fe ciega y la de sus comilitones en el poder de la palabra escrita para transformar el mundo. Si algo no les gusta, redactan una ley para prohibirlo, y asunto solucionado.

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