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EN PORTADA

Barcelona Design, o la vida sigue

La innovación tecnológica mantiene en pie El Valle, pese a la mortalidad de las 'puntocom'

Enric González

El valle al sur de San Francisco sigue alumbrando empresas. Aunque la mortandad de las puntocom es elevadísima, la potencia real de Silicon Valley nunca ha radicado en las ventas a través de la red, sino en la creación de nuevas tecnologías. Y ahí se mantiene fuerte. La tecnología acuna nuevas start up, como Barcelona Design, una pequeña empresa en expansión que, como su nombre no indica, no es de Barcelona y no diseña de forma convencional. Su producto es un programa informático que permite diseñar chips analógicos (tradicionalmente creados de forma artesanal, a diferencia de los digitales) por ordenador, ahorrando tiempo y dinero. Entre sus clientes se cuentan gigantes como IBM y Motorola. Si todo va bien, pronto abrirá una sucursal europea, quizá en París, y saldrá a Bolsa en un par de años si el ánimo de Wall Street ha mejorado para entonces.

Historia acelerada

Como suele suceder en Silicon Valley, la historia de Barcelona Design es muy acelerada. Su fundadora y presidenta, Mar Hershenson (el apellido es de su marido, estadounidense), terminó la carrera de ingeniería industrial en Barcelona hace seis años y decidió estudiar un máster y obtener un doctorado en la Universidad de Stanford. Su proyecto de fin de carrera se convirtió, de forma natural, en una empresa, fundada en junio de 1999. Aquél no era el mejor momento para un sociedad dedicada a crear cosas más o menos tangibles. 'Los inversores, los venture capitalists, nos decían que preferían puntoscom, empresas sin gran contenido, pero con un crecimiento muy rápido y una salida a Bolsa fulgurante. Eso les daba una rentabilidad muy alta. Nosotros éramos más seguros', explica Hersherson, 'pero los otros daban más dinero'.

La crisis de las puntocom ha sido, según Hersherson, 'una bendición' para firmas como Barcelona Design. 'Para empezar, ha terminado la inflación de los precios inmobiliarios, que nos hacía muy difícil encontrar locales: empezamos pagando dos dólares por pie cuadrado, luego saltamos a siete, y ahora volvemos a estar por debajo de los tres dólares. También nos es más fácil encontrar personal', explica la presidenta de la sociedad, que cuenta en estos momentos con 25 empleados. 'Y los inversores llaman a la puerta con más frecuencia', añade, 'porque sigue habiendo dinero, pero tienen que seleccionar más que antes'.

Hershenson mantiene, por supuesto, el ritmo de vida propio de los mejores tiempos del Valle: 13 o 14 horas de trabajo de lunes a viernes, y 'sólo ocho' los domingos. El sábado se reserva 'para pagar facturas, descansar y salir al cine o a cenar'. 'Esto es como un juego. El trabajo es el mejor entretenimiento', dice.

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