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Situación económica

Todavía a estas alturas, apenas surge un problema más o menos serio, la culpa es de la 'herencia recibida'. Es una práctica política al parecer fecunda, pues se halla muy extendida en el mundo, aunque tal vez en parte alguna haya arraigado tanto como en este país. Aquí, si a mano viene, la culpa de todo es de Luis I, quien reinó ocho meses (¡en el siglo XVIII!) y no llegó a enterarse de nada. El caso es nos cargar con el mochuelo. Ser respetado y admirado por 'los mejores' -como decía con excesivo descaro Ortega- no es un prioridad política, salvo honrosas excepciones. Y así es como de las vacas locas tiene la culpa González, cuyo gobierno, es verdad, no movió un dedo; pero incluso la misma Comisión Europea reconoce que en la UE no se actuó en serio hasta junio del año pasado; o sea, cuando el PSOE hacía años que estaba en la oposición y sólo teóricamente. En cuanto al submarino atómico, qué decirles. Ahora resulta que toda la armada atómica británica fue reparada en Gibraltar sin que los gobiernos del PSOE dijeran esta boca es mía. Si algo parecido ocurrió, mejor no recordarlo, pues es recordarnos el incumplimiento de la promesa de corregir los errores del pasado. Pero el especialista en archivos señor Rajoy es listo como el hambre y sabe qué armas de doble filo tienen un filo embotado. Qué milagro sería si el Gobierno se descolgara diciendo, 'estamos a algo más de un punto de alcanzar el formidable crecimiento económico de los años dorados del PSOE'. Preciso es reconocer que no hay gobierno en el mundo capaz de rendirle un homenaje tal al gobierno anterior. O será que yo estoy ayuno de información. En fin, es cuestión de estilo y hay que asumir que el estilo de los políticos de uno u otro signo no irradia un brillo cegador.

Pero no pensaba yo en esto al sentarme a escribir este artículo. Mi propósito es, miren por donde, entretenerme en unas declaraciones del secretario de Economía señor Folgado. Seguro que estoy en situación de inferioridad, pues el secretario es un buen experto en materia económica y un servidor ni siquiera se licenció en eso. Pero no haré como Ortega y Gasset, a quien por una parte le sulfuraba el especialismo y por la otra deploraba que el especialista de una cosa se empeñara en hablar con autoridad de otra. Siempre que se haga con modestia y moderación, hemos de salirnos de nuestra esfera, so pena de crear esa sociedad de compartimentos estancos fustigada por el propio Ortega.

El señor Folgado no es, que yo sepa, amante de las profecías, así sin más. Loable predisposición. Sabe el aludido que en materia económica los hechos están altamente condicionados por el 'destino', sobre todo si el hombre mete mucho la mano. Es verdad, por otra parte, que eso tampoco lo ignora un medianamente ávido lector de prensa generalista. Por la prensa nos enteramos -pongo por caso- de que en un país, y por razones estrictamente económicas, se propugna una jornada laboral más larga, mientras que en el país de al lado, con una estructura económica semejante, se pide exactamente lo contrario para alcanzar los mismos fines. Aunque para ejemplo, el de la bolsa. El gran satírico estadounidense J. L. Mencken propuso que unos simios arrojaran dardos a una pizarra, tantos expertos como simios anotarían sus respectivas opciones. Así durante un tiempo. Se habló de un empate técnico...

De modo que el señor Folgado se ha curado en salud. Según él, la inflación bajará este año... si se cumplen ciertas condiciones, en concreto, las cuatro siguientes: los salarios aumentan menos que los precios, se reduce la demanda interna, se revaloriza el euro y disminuye el precio del petróleo. ¿Qué aquí todos somos profetas? Malévola pregunta; eso es querer que al señor Folgado le coja el toro. ¿Qué me dicen de un nuevo y más profundo hundimiento de los valores tecnológicos? ¿Qué pasa si Europa entera se queda sin vacas, sin cerdos, sin pollos y sin peces de factoría? ¿Y si las catástrofes naturales se ensañan con este país? No seamos tan suspicaces que con lo dicho por el secretario de Economía ya tenemos bastante. Veamos.

Es obvio que cuanto más descienda la inflación más competitivos seremos, más puestos de trabajo tendremos y más dinero ingresará en las arcas de Hacienda. Pero si la premisa mayor es cierta (y tiene todos los visos de serlo en nuestro marco económica actual), el resto del silogismo no parece seguirse dadas las condiciones generales supuestas por el señor Folgado. Pues según él, los salarios tienen que subir menos que los precios. O sea, que no figurando el aumento de la productividad como causa del descenso de la inflación, brilla como causa, junto al abaratamiento de las materias primas (concretamente una esencial, el petróleo) el descenso del poder adquisitivo de los salarios, que han de subir menos que los precios.

La disminución del precio del petróleo es clave para que el desfase entre inflación y el aumento salarial no sea calamitoso, pero ¿no le parece al secretario de Economía que contar con ese factor es bailar en la cuerda floja? Un petróleo muy caro perjudica a los mismos productores, pero éstos parece que han encontrado la banda de fluctuación que les es propicia, y que aunque llevadera para nosotros, no nos es demasiado propicia. Eso, sin contar con los imponderables, que dado el panorama energético mundial, sucederán casi con toda certeza a favor de los productores.

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En cuanto a la revalorización del euro. ¿Es realmente un antídoto contra la inflación? La respuesta es afirmativa, habrá que convenir en que lo será en la medida en que el fenómeno se consolida. Supongo que a eso se refiere el condicional del señor Folgado. Aún no sabemos si la divisa europea está confirmando un deseado statu quo o si su 'pujanza' es un hecho meramente coyuntural. Cabe preguntarse, además, hasta qué punto es buena para la salud económica europea la fortaleza del euro. Un país eminentemente exportador como Alemania está ya alarmado, temiendo fundadamente por sus ventas. Son muchos, sin embargo, los factores que inciden en pro y en contra del valor internacional de una divisa. Los hay incluso que tienen un contenido en parte 'intangible'. Bush ya ha dicho que no quiere un dólar bajo. ¿Cuestión de puro prestigio o de prestigio puro o ambas cosas a la vez? A más, claro, de razones puramente económicas.

En fin. Otra dosis de optimismo como ésta y buenos días, depresión.

Manuel Lloris es doctor en Filosofía y Letras.

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