Urbanova, el barrio alicantino en el que es muy difícil conversar seis minutos seguidos
Más de un centenar de aviones despega cada día sobre esta urbanización de Alicante, cuyos vecinos sienten la amenaza de que el aeropuerto crezca con una segunda pista
Uno de los barrios de Alicante más afectados por la saturación turística de la Costa Blanca apenas recibe visitas de turistas. Urbanova, una agrupación de una veintena de edificios que suman 2.000 viviendas en total, se extiende a cinco kilómetros del casco urbano frente a una playa de arena blanca sin interrupción de calle o carretera. Buena parte de sus 833 habitantes censados son propietarios de lo que mantuvieron como segundas residencias hasta que se jubilaron y se trasladaron a vivir permanentemente frente al Mediterráneo. Pasean sin prisas, se sientan en las terrazas semivacías de los bares, toman el sol en cuanto la climatología lo permite. Ni siquiera en verano se masifica. Sin embargo, es difícil mantener una conversación más de cinco minutos seguidos. Del aeropuerto de Alicante-Elche Miguel Hernández, el quinto de España en volumen de viajeros y situado a espaldas de la urbanización, despega un avión cada ocho minutos, aproximadamente. Y todos sobrevuelan Urbanova. “Si no fuera por los aviones, esto sería un paraíso idílico”, asegura Ascensión Pedrajas, presidenta de la asociación de vecinos, preocupada, como todos, por la “amenaza” de que se construya una segunda pista en el aeródromo. “Con la segunda pista, nuestras casas no valdrían nada”, sentencia.
María del Mar y José María, madrileña y vigués que prefieren no dar sus apellidos, llevan más de 30 años en Urbanova, por lo que forman parte del alrededor del 25% de ocupación permanente, hasta en temporada baja, del barrio. Han ido cambiando de domicilio y ahora viven en Las Villas, la zona del barrio más afectada por el ruido aéreo. “Te adaptas, pero no dejan de ser molestos”, señalan. El trasiego de aviones “antes comenzaba a las 7 de la mañana, pero ahora se ha adelantado a las 6″, relatan. “De repente, despegan siete u ocho aviones seguidos y claro, te despiertan”. Los vuelos van por tandas durante todo el día. “Y por la noche, si estás viendo la televisión, tienes que tener el mando a distancia cerca, para poder pausar o rebobinar lo que estás viendo”, porque el rugido de los motores puede solapar una escena crucial para el argumento. “Nos preocupa mucho la ampliación”, prosigue la pareja de residentes, “no le vemos fundamento cuando ya hay ciudades españolas que están luchando contra la masificación turística”.
La casa de María del Mar y José María es una planta baja con jardín. Y está aislada del ruido por AENA, como todas las que se sitúan bajo el pasillo de salida, y según sople el viento, a veces también de aterrizaje, de los aviones. Según fuentes de la empresa pública que gestiona los aeropuertos, el Plan de Aislamiento Acústico del aeródromo alicantino se ha ejecutado en 3.247 viviendas, 1.957 situadas en término municipal de Elche y 1.290, prácticamente todas en Urbanova, en el de Alicante. El gasto total es de 39,75 millones de euros. “Cerraron las terrazas e instalaron cristales más gruesos en las ventanas”, recuerda Pedrajas. Pero los aviones pasan muy cerca. “Una vecina bromea con que ve lo que los pasajeros desayunan cuando los aviones aterrizan por encima de su vivienda”, ironiza la presidenta vecinal. Y cada vez hay más. El Miguel Hernández no para de crecer, mes a mes. En el último recuento, el de abril, las operaciones aéreas ascendieron a 10.100, casi un 10% más que en el mismo mes de 2023, cuando fueron 9.252.
Este ascenso incesante de viajeros ha llevado a los ayuntamientos de Alicante y Elche y a la Generalitat Valenciana a exigir la segunda pista para el aeropuerto. El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, afirmó en una visita reciente a Alicante que rechaza la ampliación, entre otras cosas, “porque las aerolíneas no lo ven necesario”. A esa declaración se aferra Lorenzo Gómez, un vecino de Albacete propietario de un apartamento desde hace 30 años que ha aprovechado el puente del Corpus, esta semana, para pasar unos días en Urbanova. “En mi casa no se nota tanto”, concede, “pero en los restaurantes, en el paseo y en estos bloques”, dice, señalando Las Villas, “es insufrible”. La conversación se fragmenta entre despegues. “Los aviones pasan por encima de las casas, cuando deberían utilizar un pasillo aéreo” supuestamente situado hacia el sur, donde acaban las construcciones, por encima de una playa nudista. Sin vuelos, “esto sería extraordinario, tenemos supermercado, terrazas, servicio de ambulatorio en verano y todo lo necesario en El Altet”, pedanía ilicitana situada a kilómetro y medio a pie. “Eso sí, no hay cajero automático, ni estanco, ni se puede echar la bonoloto”, cuenta Gómez. En un bar cercano, un empleado señala también que los inhibidores del aeropuerto dificultan las telecomunicaciones. “A veces no funciona ni el datáfono para los pagos con tarjeta”, asevera.
“Y el vehículo propio es casi imprescindible”, apunta Pedrajas. Además del escándalo de los motores, subraya que Urbanova sufre tres problemas graves, a su juicio. “No podemos ir al centro salvo en coche o en autobús”, indica. Y el transporte público “en invierno, sale con una frecuencia de uno cada hora u hora y diez minutos”. Algo que se solucionaría “si el C6, el bus del aeropuerto, que sale de Alicante cada 20 minutos, pasara por aquí antes de llegar a El Altet y dirigirse hacia la terminal”. Un itinerario que se probó y desestimó hace años. “Tampoco necesitamos el paseo hacia la playa de Arenales” anunciado por Elche y Alicante este mes, “sino el que nos uniría con Alicante”. Y, finalmente, “la Consejería de Sanidad debería instalar un ambulatorio fijo porque solo tenemos médico diario de junio a septiembre”.
Urbanova se construyó en 1972. No va a crecer, porque está rodeada por tierra por el Saladar de Agua Amarga, un humedal protegido, y por mar, por el Lugar de Interés Comunitario (LIC) de la isla de Tabarca, una reserva marítima intocable con praderas de posidonia. Pero el saladar “está en un estado deplorable”, denuncia Sergio Arroyo, presidente de la asociación ecologista Amigos de los Humedales del Sur de Alicante (AHSA). “Es un espacio natural abandonado por las administraciones”, precisamente, “porque nadie quiere una zona protegida que ponga trabas a una segunda pista” del aeropuerto, sospecha. “AENA no quiere que se repita lo de El Prat”, cuya ampliación se paralizó por afectar a un humedal del delta del Llobregat.
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