El archipiélago cercado
El vertido de 800.000 litros de combustible sitúa al borde del colapso la riquísima reserva natural de las islas de los Galápagos
En uno de los muelles de Puerto Ayora, en la isla Santa Cruz, varios jóvenes con todo el cuerpo ennegrecido, descargan bidones repletos de una masa espesa de color carbón. Es el llamado búnker, uno de los últimos residuos que se obtiene del petróleo y que se utiliza como carburante. Escenas como ésta abundan en distintos puntos del archipiélago de los Galápagos, adonde han llegado manchas contaminantes desde que el 19 de enero el carguero Jessica encalló frente a la isla San Cristóbal y derramó cientos de miles de litros de combustible.
Doce días después el buque permanece varado a escasos 800 metros de Puerto Baquerizo Moreno, con una inclinación que ya supera los 55 grados a babor. Los técnicos de la II Zona Naval de Ecuador aseguran que quedan unos 8.000 litros en los tanques del buque, cantidad, dicen, que no constituye un peligro grave. El domingo por la tarde, las bocas de la cubierta del Jessica escupían un líquido negro cada vez que las olas llenaban los tanques del buque, según pudo comprobar este corresponsal.
Las corrientes marinas, los detergentes para dispersar las manchas y la buena suerte han evitado una catástrofe en un ecosistema único en el mundo
Todas las opiniones recogidas coinciden en que las corrientes marinas, la evaporación por el sol de buena parte del gasóleo derramado, los detergentes para dispersar las manchas y la buena suerte han evitado una catástrofe en la reserva natural única en el planeta. 'Nos hemos salvado por un pelo', dice gráficamente Robert Bensted-Smith, director de la Fundación Charles Darwin. 'El Jessica ha vertido al mar unos 800.000 litros de combustible. En Estados Unidos se considera un derrame de grandes proporciones a partir de los 400.000 litros'. El responsable de la estación científica diferencia entre los daños a la fauna visibles hasta ahora y los causados a largo plazo. 'Hemos visto aves afectadas como pelícanos, piqueros de patas azules y gaviotas de lava, así como lobos y tortugas marinas. Las cantidades son pequeñas. Hay, además, una mortalidad de peces y crustáceos difícil de cuantificar'.
Hasta que no se haga una evaluación científica a fondo, 'entrando en la mar', no se conocerá con precisión el impacto que el accidente del Jessica ha causado en el ecosistema de las islas.
En la isla de Santa Fe, a medio camino entre las islas de San Cristóbal y Santa Cruz, hay una importante colonia de lobos marinos e iguanas. Las manchas del combustible llegaron hasta sus costas. Rápidamente, cuidadores del parque nacional del archipiélago cerraron el tráfico marino e instalaron una barrera sobre el agua para aislar el combustible. En la única playa de la isla se ha levantado un pequeño campamento para atender a los animales afectados. Los ejemplares jóvenes son los más vulnerables, sobre todo sus ojos. Freddy Cabrera y sus ayudantes, limpian con leche o mayonesa una cría de lobo marino que apenas puede abrir los ojos.
El tratamiento tiene un efecto reparador muy rápido. Los cuidadores explican que han conseguido eliminar prácticamente todo el combustible del agua. No así el búnker, aquella masa espesa, que ha quedado incrustado en las partes inferiores de las rocas, mucho más difícil de detectar.Bensted-Smith explica que en la isla Santa Cruz hubo una movilización general cuando las manchas negras llegaron a Bahía Tortuga. 'Conseguimos limpiarla en dos días'. Algo parecido ocurrió en la isla Floreana, más al sur, donde habita una importante colonia de pingüinos, en cuya costa asomaron grandes masas de búnker. Hay otras manchas que se encuentran a la deriva por aguas del archipiélago y que han escapado a la vigilancia de los equipos que sobrevuelan diariamente las islas. La última mancha contaminante ha sido detectada cerca de Puerto Villamil, en isla Isabela, la mayor de las islas de los Galápagos, donde científicos y voluntarios trabajan en las labores de limpieza.
'Estamos todavía en plena emergencia', subraya el director de la estación científica. Hay muchos interrogantes sobre los efectos que puede tener la contaminación en especies que sólo existen en este paraíso natural. '¿Qué pasará si las aves comen cangrejos intoxicados, o las iguanas ingieren algas contaminadas? No sabemos cómo reaccionarán muchos de estos animales, porque no hay precedentes de un accidente de estas características'.
A la oficina de la Fundación Darwin en San Cristóbal le tocó llevar a cabo las primeras acciones de emergencia cuando el Jessica empezó a contaminar las aguas del archipiélago. María Eugenia Proaño, representante local de la estación, recuerda que en un primer momento 'la situación fue muy preocupante'. La presencia de un buque encallado a escasa distancia de la costa vomitando combustible provocó la alarma. 'No estábamos preparados para un accidente de esta importancia'. Afortunadamente, 'los impactos inmediatos no han sido una catástrofe', dice, pero no hay que confiarse. 'Vivimos una situación engañosa. En las inspecciones matinales no se observa combustible en las aguas, pero por la tarde sí. Las condiciones de los vientos y las corrientes son muy cambiantes y por ello debemos estar alerta'.
Los datos recogidos durante los vuelos de vigilancia se envían a la organización estadounidense NOAA. 'Ellos aplican un modelo matemático y trazan los mapas de previsión del movimiento de las manchas. La información es remitida a la estación científica en Santa Cruz'.
En la base naval de San Cristóbal se ha instalado el centro de rescate de las especies que ya han resultado afectadas, como el pelícano. Los científicos tienen especial preocupación por las que corren mayor riesgo de resultar contaminadas. Son aquellas especies endémicas (que sólo existen en las Galápagos) o en peligro de extinción. La gaviota de lava, el petrel patapegada, el pingüino de isla Isabela (uno de los de menor tamaño que existen), el cormorán no volador y la iguana marina son las joyas más preciadas de la reserva natural, donde los lobos marinos, lobos peleteros, albatros, tres especies de piqueros -enmascarados, de patas azules y de patas rojas-, dos de fragatas, tortugas marinas y tortugas gigantes son los más conocidos ejemplares de la fauna costera. Las aguas de las islas de los Galápagos tienen además de una espectacular variedad de peces, una gran concentración de animales marinos grandes, particularmente cetáceos, tiburones, delfines y orcas.
Las islas de los Galápagos fueron descubiertas oficialmente en 1535 por el entonces obispo de Panamá Fray Tomás de Berlanga, cuyo barco, rumbo a Perú fue desviado por una corriente oceánica. Cinco siglos después, buena parte de las especies que pueblan el archipiélago sigue sin inmutarse ante la presencia del ser humano.
El archipiélago comprende 13 islas grandes, seis islas pequeñas y más de 40 islotes y las distancia más cercana del continente está a 980 kilómetros de Ecuador, país al que fueron anexadas en 1832.
Las otras amenazas
Desde marzo de 1998, las islas de los Galápagos son una reserva marina -antes era una reserva de recursos marinos- que comprende 133.000 kilómetros cuadrados, es decir, una de las áreas protegidas más grandes del planeta. Al margen de las consecuencias del derrame de combustible, cuatro amenazas se ciernen sobre el archipiélago, según Robert Bensted-Smith, el director de la Fundación Darwin: la pesca artesanal, las especies introducidas, el turismo y el control ambiental, porque 'no existen una normativa en estos cuatro campos'. La pesca del pepino de mar, un molusco muy apreciado en los países asiáticos, ha generado un aumento de la presión pesquera, que ha llegado a provocar disputas con la Fundación Darwin. 'La reserva marina no aguanta todo lo que quiere la gente', dice Bensted-Smith. Grupos de comportamiento mafioso han provocado el endeudamiento de muchos pescadores, a quienes han hecho préstamos a intereses altísimos para la adquisición de lanchas. La flota pesquera de las Galápagos alcanza las 600 embarcaciones de todo tipo, cantidad a todas luces excesiva para los recursos marítimos. La otra gran amenaza procede de las especies introducidas o no autóctonas de las islas. Los gatos, perros, cabras, cerdos, ratas, insectos, plantas tienen un efecto negativo en el ecosistema local. Las plantas y animales nativos no tuvieron tiempo de crear mecanismos de defensa contra los nuevos depredadores y el efecto ha sido devastador. Los cerdos, por ejemplo, destruyen los huevos de las tortugas marinas y terrestres, las cabras provocan una erosión del suelo al consumir grandes áreas de plantas nativas.
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