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Crítica:70º ANIVERSARIO DE LORIN MAAZEL | 70º ANIVERSARIO DE LORIN MAAZEL | CLÁSICA | CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Triunfo del director como violinista

Para celebrar su 70º aniversario, Lorin Maazel ha vuelto a la dedicación de su juventud: la música de cámara como sonatista de violín, al lado del pianista israelí de origen soviético Yefim Bronfman. Como repertorio de su gira mundial, uno de los más hermosos legados del siglo XIX musical: las tres sonatas de Brahms escritas entre 1878 y 1888. En realidad parecen una sola obra imaginada en tres tramos evolutivos en todos los órdenes, desde la perfección de la forma hasta la intensidad de la expresión.

Asistimos a una hermosa sesión de cámara entendida con pureza de fraseo y de concepto y expuesta a través de un sonido afectivo y luminoso. En conjunto, el camerista Maazel es el mismo que el director: renuente a todo exceso, vivificador de los pentagramas que aborda y sin ese raro añadido que se denomina 'especialismo'. Así, el curso creciente de interés, enjundia y comunicatividad no era otro sino el dimanante de las mismas obras que también avanzan en el equilibrio unitario del diálogo de piano y violín para lograr perfecta fusión de dos voces tan desiguales como la del gran cola y el violín de Cremona.

Ciclo Pro-Música

Lorin Maazel, violinista, y Yefim Bronfman, pianista. Sonatas de Brahms. Auditorio Nacional. Madrid, 29 de enero.

Hace ya 44 años que comenzó el entendimiento de Maazel con España en una relación más o menos espaciada pero ininterrumpida. Vino por vez primera en febrero de 1956, precedido de un prestigio convertido en leyenda: la del caso Maazel. La Sinfonía nº 28 y el Concierto en sol mayor (con Christian Ferrás, tres años más joven que Maazel pero muerto anticipadamente en 1982), de Mozart; Petruchka, de Stravinski, y el Poema del éxtasis, de Scriabin. ¡Bravo programa de madurez para un maestro que la poseía antes de cumplir los 26 años! Después, pasada una semana, el público del Palacio de la Música de la Gran Vía recibió clamorosamente a un director que le había impactado como pocos. Eran tiempos de sequía y restricciones eléctricas y la sala quedó a oscuras varias veces durante la interpretación de la Júpiter, los Madrigales de Rodrigo que cantaba Toñy Rosado; la Suite de danzas, de Bartok, y La valse, de Ravel. Y en el mes de junio, aquel inolvidable Concierto de Dvorak con Gaspar Cassadó, en el patio de Carlos V, bajo el claro cielo meridional y entre la piedra renacentista que el emperador adosó a la Alhambra granadina. En posteriores visitas a la Nacional, Maazel mostró su dominio y talante para las sinfonías de Brahms o para el Concierto de Bartok, autor al que todavía se resistía el público medio de la capital.

Mientras tanto y hasta hoy, la historia sabida: sus triunfos como titular de primerísimas formaciones europeas y americanas, el día a día operístico en el Berlín Oeste, las producciones cinematográficas, los nuevos viajes a Madrid con formaciones francesas y alemanas o para los ciclos de la RTVE. La figura de Maazel, familiar desde tanto tiempo y tan recurrentes presencias, reclamaba en algunas ocasiones la atención al violinista como intérprete de los conciertos de Mozart. Y ahora, para la serie de Pro-Música, este regalo precioso del más precioso Brahms: músicas que se llevan en el alma y que el alma y la inteligencia de Maazel nos dan con no sé qué de cercanía y con sí sé qué de lección sin retórica.

Pasó a la historia el Palacio de la Música y hasta el Real como sala de conciertos, mas el público actual del Auditorio se entregó a Maazel con el mismo fervor que el que lo descubrió hace casi medio siglo. En los intermedios supimos la confirmación esperada de una noticia: Maazel será titular de la Filarmónica de Nueva York desde el 2002.

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