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LA CRÓNICA
Columna
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'Han tancat les Rambles?'

- Captatio aatentione. O casi. Me voy pitando al Palau de la Música Catalana, que hoy echan recital de Sisa. Con lo que -soy la pera- en sólo dos líneas he planteado los dos grandes conceptos de esta crónica. Si, snif, aún existiera el Premio Nacional de Redacción Escolar Coca-Cola, me lo llevaría de calle.

- La historia de Barcelona contada a las niñas. Si se fijan, en el anterior párrafo ha aparecido, a), el concepto Palau de la etcétera, y b), el concepto Sisa. El Palau de la etcétera, o concepto a), es un local grande y bonito y limpio, con cierto parecido a una mona de pascua. La generación posterior a la que construyó el Palau de la etcétera, pensó eso e, incluso, recogió firmas para demolerlo. Mitad en coña, mitad en serio, como todo lo que se hace en coña o en serio en la vida. Si se pasean por allá, verán que no lo demolieron. De hecho, en Barcelona sólo se destruyen los edificios o zonas que no están edificados ni por los señores que construyeron el Palau de la etcétera, ni por sus hijos, que fueron los que recogieron las firmas para dinamitarlo. De lo que se deduce que el urbanismo chachi-barcelonés puede hacer el ridículo de una generación a otra, pero que es un patrimonio que unos padres pasan a unos hijos. Si su padre no era de esos padres, es posible que los paisajes de su infancia se los bombardeen para construir un puerto deportivo-Palau de la etcétera, donde irán otro tipo de hijos que, hijo mío, no eres tú. Los-Palaus-de-los-etcétera-barceloneses quizá son la metáfora de una ciudad más cerrada de lo que indican sus prospectos, en los que es muy importante tu padre. Por otra parte, Sisa, el concepto b), es un señor cuyo padre era, al parecer, viajante, y no construyó ningún Palau de ningún etcétera. Sisa fabrica canciones de una belleza sencilla y frágil. Tres cosas difíciles e impactantes. El otro día, por ejemplo, vi que un chico abrazado a una chica bella y frágil se acercaba a la oreja de la chica y le decía: 'Si fuera un coche me gustaría ser tu coche'. Cuando lo oí me pareció comprender que yo nunca había dicho nada tan bello ni sencillo, y que sin pronunciar esas palabras me faltaba una región de la vida. Cuando algo sencillo te golpea la frente, la frente se te rompe y ves claro. Aunque sólo veas cosas inconcretas.

Los-Palaus-de-los-etcétera- barceloneses quizá son la metáfora de una ciudad más cerrada de lo que indican sus prospectos, donde es muy importante tu padre

- Glory days. Bueno. El caso es que estoy en el concepto a) para ver un concierto del concepto b). Hace 30 años a Sisa le negaron tocar en el Palau, esa metáfora. Hace 14 se marchó de la ciudad. Para una persona marcharse de una ciudad igual es como para un edifico que lo dinamiten. En todo caso, se deja de pertenecer a ella, quizá porque hacía tiempo que no se pertenecía o no se cabía en ella. Ni idea. A Sisa, ese señor que hace canciones perplejas, y que ahora ha presentado un disco bello y frágil (Visca la Llibertat) le ubico en la misma arruga del cerebro donde ubico a otros pollos de esta ciudad que en la década de 1970 existían plenamente y sonaban diariamente en el casete de mi hermanito mayor, a quien saludo -hola, pollo, págate un cenorrio-. Tipos como Oriol Tranvía o Pau Riba. Y tipos que no conocía de nada, pero que te los encontrabas cuando te paseaban por Ramblas o por Argenteria. Para mí, en aquel entonces, Epi y Blas eran puro pitote, pero en esos adultos observados en la calle eran una medida del pitote diferente, que no entendía pero sí intuía. En todo caso, han desaparecido de la calle. Supongo que existieron muy poco tiempo. En plena transición, cuando el periodo en el que el patrimonio que daban los padres a sus hijos se dilató en la ciudad y estuvo unos años en blanco. Durante algunos años, Barcelona tal vez se llenó de no-hijos, y por las Ramblas circulaban tipos como Ocaña, que hacían esta ciudad más libre. Hoy ese paisaje humano ha desaparecido como un ninja -zas-, y por una extraña razón, los ocañas peninsulares, cuando los echan de su pueblo a boinazos, deciden instalarse en Madrid. Quizá eso es una metáfora de cierto fracaso de Barcelona como ciudad-estado. O quizá es su éxito de siempre: tras un periodo raro, de la Barcelona de la década de 1970 sólo se recuerda a la gauche divine esa, los hijos que recibieron la ciudad de sus padres y que ahora son la cultura oficial ad hoc. Incluso muy ad hoc. Deciden, vamos, lo que se dinamita.

- Los raros. Comienza el concierto. El público está compuesto por señoras y caballeros de la generación que en su día fueron los primeros abstencionistas barceloneses o los primeros directores de espais-lúdics-polivalents. También hay mucho veinteañero. Poco baby-boomer, en todo caso. El público sigue las canciones con el pie. Cuando Sisa interpreta Cabaret Galàctic, todo el mundo utiliza su pie, de manera que todo el mundo entiende que el pie es un instrumento galáctico. Entre canción y canción, el público dice chascarrillos. Como un señor, que grita: 'Sisa, President!'. Quizá, si uno lo piensa, es el President de una ciudad en el exilio interior. O en el exilio a secas. Hasta otra, amiguitos. No olviden vitaminarse y supermineralizarse y, ya puestos, no se dejen dinamitar.

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