Un ministerio en cada ciudad
La sede del Ministerio de Cultura palestino se halla en un modesto edificio del centro de Ramala (Cisjordania) en cuyos bajos se han instalado una tienda de ropa y un snack-bar. Pero ésta es sólo una de sus dos sedes, la otra se encuentra en el complejo administrativo del centro de la ciudad de Gaza (en la franja del mismo nombre). Cerca de allí se levanta también el Consejo Legislativo, una construcción baja que no llama en absoluto la atención.
La fragmentación territorial sobre la que se levanta el embrión del Estado palestino obliga a duplicar las instalaciones gubernamentales. A la espera de poder izar la bandera sobre Jerusalén oriental, la capitalidad institucional se divide entre las citadas Ramala y Gaza. Los ministros reparten su tiempo entre las dos oficinas de sus respectivos ministerios, una actividad que se complica cuando las autoridades israelíes deciden suspender los pases para cruzar Israel a los VIPs palestinos. Dos centenares de personas, entre ministros, negociadores y parlamentarios, cuentan con documentos de ese tipo.
Pero la decisión no ha sido fácil. Inicialmente, la autonomía se estableció en Gaza y Jericó, y los notables de esta última ciudad fueron renuentes a dejar escapar las instituciones hacia Ramala, por lo que algunas oficinas aún se mantienen allí. También el departamento encargado de los Asuntos de Jerusalén tiene su sede en Bethany, un pueblo de las afueras de la ansiada capital de donde es originario su titular, Ziad Abu Zayyad. Y luego está el curioso caso del rabino Moshe Hirsch, responsable de Asuntos Judíos de la Autoridad Palestina, que ni siquiera reside en los territorios autónomos.
Dispersión geográfica
Con tanta dispersión geográfica, uno se pregunta dónde se reúne cada semana el Consejo de Ministros. 'Allí donde se encuentre Arafat', responde sin dudarlo uno de los miembros del Gabinete. Cuando el presidente palestino se halla en Ramala, todos acuden hasta allí. Pero lo más habitual, es que la convocatoria sea en Gaza, donde por disponer de mayor libertad de movimientos reside Yasir Arafat. Entonces, los ministros necesitan al menos dos horas para trasladarse a la cita.
'Lo peor ha sido durante el Ramadán', confesaba estos días a EL PAÍS uno de los ministros. 'Arafat nos convocaba a las seis y media y como la ruptura del ayuno era aproximadamente una hora antes, o llegábamos tarde o nos quedábamos sin cenar con nuestras familias, y claro sucedía esto último', recuerda. Los ministros trataron sin éxito de convencerle para cambiar el horario. Claro que más dificultades tienen los funcionarios de rango menor que, debido al bloqueo impuesto por Israel en represalia por la Intifada, llevan semanas teniendo problemas para llegar a sus puestos de trabajo.
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