Mar de lágrimas de risa
La sala Galielo, abarrotada, se convirtió en un mar de lágrimas de risa desde el momento en que el Gran Wyoming salió a escena y declaró con ejemplar cinismo: 'Una gran emoción nos embarga al Maestro Reverendo y a mí mismo al contemplar a tantos amigos... Qué digo amigos, conocidos más bien. Ruego al respetable que apague los móviles. ¡Qué bonito es que la gente se ría, digas lo que digas! ¡Eso es amor!'. Dicho esto, el pianista atacó El santo niño de Calcuta, una sentida composición de Moncho Alpuente.
Ésa es también la canción que abre el doble compacto Wyoming & Reverendo, de reciente aparición, donde se recogen los temas que tocaban hace 25 años por garitos y cafés cantantes. Se conocieron en 1972, cuando formaban parte del grupo de rock Paracelso. Al disolverse la banda se constituyeron en dúo y así estuvieron ocho años. Ellos han declarado que esta grabación es la primera y última del dúo. Alegan razones de peso, como la pereza y su notorio entusiasmo por el trabajo, siempre que lo hagan otros.
Wyoming y Reverendo
Gran Wyoming (voz), Maestro Reverendo (piano). Galileo Galilie, Madrid, 24 de enero.
Revendero es un magnífico pianista de jazz y rock. Wyoming no es que tenga voz de oro, pero afina y tiene un pico de platino. Su vertiginosa facundia es capaz de dejar atónitos a los oradores de todos los tiempos. Puede que diga alguna insensatez desternillante a lo largo de dos horas, pero no dice estupideces, en ningún momento le abandona la lucidez. Es rápido como el rayo, certero como un misil, riguroso como Groucho Marx, elegante como fray Gerundio de Campazas. Más que cantante es un retórico que utiliza la música para ensartar diatribas, arengas, sermones, ditirambos, proclamas, panegíricos, peroratas, soflamas, alocuciones, invectivas, apóstrofes y anatemas.
Al pianista también hay que echarle de comer aparte. Con el cigarrillo sempiterno en la boca y la birra a mano, Reverendo tiene la pinta de un individuo absolutamente escéptico ante las verdades eternas que pregona el vocalista. Forman una pareja aparentemente extraña y descabellada, pero muy eficiente. Su espectáculo tiene ritmo y dominan la escena. Wyoming es un excelente actor y aprovecha todos sus saberes. Únicamente habría que poner objeciones a la duración del espectáculo, por muchas razones, pero sobre todo porque sermón largo mueve culos.
Dentro del delirio general de las composiciones se puede destacar esa barbaridad llamada Con la mano entre las piernas, o esos épicos Tramperos de Connecticut, o esa declaración de principios titulada Nunca como entre bebidas. Habría que obligarles por decreto a cantar todas las semanas, sin abandonar sus otras ocupaciones. Eso de la pereza les está dando mucho trabajo a ellos y mucha risa al pueblo soberano.
Babelia
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