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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Dumas y el club Elf

Amantes, comisiones, ventas de armas, poder y lujo. Todos los ingredientes de una novela están ahí. Pero es la cruda realidad la que ha sentado en el banquillo del Tribunal Correccional de París a Roland Dumas, brillante abogado, dos veces ministro de Exteriores con Mitterrand y ex presidente del Consejo Constitucional francés, cargo del que tuvo que dimitir en 1999. Es acusado de malversación de fondos por haber convencido a Elf Aquitaine, empresa entonces pública, de pagar al menos 64 millones de francos (1.600 millones de pesetas) a su ex amante Christine Deviers-Joncour, empleada de ese grupo entre 1989 y 1993. Ella reconoció que Elf la contrató para convencer al entonces ministro de retirar su oposición a la venta por otra empresa estatal francesa, Thomson-CSF, de seis fragatas a Taiwan, aunque este caso no se ventila en el proceso abierto este lunes.

Si se aclaran algunos puntos de las abultadas cuentas bancarias de Dumas y familiares suyos, para lo que ha levantado el veto, se verá si se benefició directamente o no de tales comisiones. De momento, lo que hay son algunos regalos a un político que evidentemente debió haber rechazado: unas botas a medida de unas 275.000 pesetas, algunas cenas y viajes de lujo, y un cuadro y unas estatuillas de un valor estimado en unos ocho millones de pesetas. Todo queda por aclarar. Pero de lo que no se habla es de las fragatas de 400.000 millones de pesetas, pese a la insistencia de Dumas en que se desclasifiquen los documentos sobre su venta. Esto se deja para otra ocasión. Incluso sin estos documentos, el juicio promete, pues la defensa ha citado como testigos al ex primer ministro Pierre Mauroy y a varios militares de alta graduación de la época.

El personaje más notorio, Roland Dumas, no es el centro de este proceso, en el que, además de su antigua amiga, hay otros cinco acusados, entre los que destaca el entonces número dos de la compañía, Alfred Sirven, huido sin dejar rastro. El caso Dumas no es sino una de las ramificaciones del enorme y complejo caso Elf, epicentro de los mayores escándalos de corrupción de la era Mitterrand en Francia y en el extranjero, especialmente en África.

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