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RELEVO EN LA CASA BLANCA

George Bush dirigirá el Gobierno de EE UU como una empresa

Con Dick Cheney como consejero delegado, por usar una fórmula empresarial, o primer ministro, por emplear una política, George W. Bush va a implantar un nuevo estilo de gobierno. Menos implicado en la gestión diaria que ninguno de sus predecesores, excepción hecha de Ronald Reagan, Bush va a ser el líder de un equipo o, como le llama The New York Times, 'el presidente de una empresa llamada EE UU'. Dejará libertad a sus ministros, pero los despedirá al menor fallo.

Linda Chavez, su candidata inicial para la cartera de Trabajo, ha sido la primera víctima de este estilo. Cuando Bush descubrió que Chavez le había ocultado que albergó a una inmigrante ilegal, no dudó en pedirle la dimisión. Bush, primer presidente de Estados Unidos licenciado en gestión empresarial por Harvard, ve así su papel: 'Un buen jefe ejecutivo es el que sabe cómo reclutar colaboradores y delegarles poder. Pero también es el que sabe hacerles responsables de sus resultados'.

Bush ha explicado a sus ministros que les delega autoridad a cambio de resultados exitosos. Y les ha dado instrucciones para que apliquen la esencia de su programa electoral: reducción de impuestos, mejora de la educación pública, reforzamiento del Ejército, privatización parcial de las pensiones de jubilación y promoción universal del libre comercio. Ahora son ellos los que tienen que poner manos a la obra. Bush, que piensa seguir disfrutando de sus ejercicios físicos, sus siestas y las estancias en su rancho tejano, no quiere que le mareen con detalles. Para eso está Cheney, que mientras el corazón le aguante va a ejercer más poder que Al Gore y convertirse en el vicepresidente más influyente de la historia norteamericana.

Debajo de Cheney, la estrella del Gobierno es Colin Powell. El hombre más admirado en Estados Unidos es desde hoy el jefe de su diplomacia. Cheney se lleva muy bien con Powell, con el que hizo la guerra del Golfo durante la presidencia del primer Bush. Cheney también se entiende a la perfección con el que fue su mentor y ahora es secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, un firme partidario del escudo contra misiles. Bajo la tutela del vicepresidente, Powell y Rumsfeld van a tener mucha mano libre en la gestión cotidiana de sus departamentos.

De reconocida experiencia, ese trío va a constituir el núcleo duro del equipo de Bush. El presidente exigirá que se le expliquen en forma de sumarios las alternativas que tiene en situaciones conflictivas. Pero será él el que tome las decisiones. Nadie en su equipo discute su liderazgo; al contrario, todos sus miembros desbordan admiración por su persona. Dicen que es un jefe que sabe lo que quiere, pero que no lo expresa en forma de órdenes, sino de orientaciones.

Ultraconservadores

Bush prefiere que se le subestime y sabe que hay mucha gente que le tiene por poco inteligente. Pero desde 1955 el Partido Demócrata no se encontraba en una situación tan mala como hoy: sin la Casa Blanca y sin mayoría en ninguna de las dos cámaras del Congreso. La estrategia de conquista del poder del tejano ha funcionado, y la de formación de su Gobierno, una combinación de pragmáticos y ultraconservadores teñida por un fuerte componente multirracial, puede funcionar.

Al nombrar fiscal general a John Ashcroft, Bush ha dado satisfacción al ala ultraderechista del Partido Republicano. Pero las audiencias de confirmación en el Senado han limado los espolones del gallito Ashcroft, algo que, según The Washington Post, ya calculó Bush. Así que, en los momentos en que lo necesite, el presidente podrá situar en primer plano a los miembros más moderados e inicialmente aplaudidos de su Gobierno: Powell, el también afroamericano Rod Paige (secretario de Educación), Christine Todd Whitman (responsable de Medio Ambiente) y el cubano Mel Martínez (titular de Vivienda).

Como secretario del Tesoro, Paul O'Neill, ex presidente de la mayor empresa de aluminio del mundo, Alcoa, y veterano de los Gobiernos de los ex presidentes Nixon y Ford, en los que hizo amistad con Cheney y Alan Greenspan, será el delegado de Bush ante Wall Street. Pero además del papel de presidente de la empresa, Bush se ha reservado otro que cuadra muy bien a su personalidad: el de jefe de ventas. Cuando se trate de seducir a adversarios o proclamar éxitos, él será la estrella.

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