Del bichito al polvillo
De todos es sabido que una imagen (poética) vale tanto como mil palabras, por lo menos. Los que administran el Estado, que conocen muy bien la eficaz potencialidad de la lírica, de ella se sirven, en una bien llevada ceremonia de la confusión, para enmascarar la realidad que les es adversa con algún tropo eufemístico. Por ello han aprendido a manejar a la perfección la preceptiva poético-política: el veneno de la colza no era otra cosa que un 'bichito' sin importancia que 'si se cae al suelo se muere' (pedagógica metáfora de Sancho Rof, 'ministro del bichito'); el bombardeo indiscriminado de Yugoslavia era la legitimidad contra la catástrofe humanitaria ('the legitimacy to act to stop a humanitarian catastrophe': inigualable perífrasis metafórica del ex ministro y secretario otánico Solana); el submarino ingresado en los boxes de Gibraltar no es más peligroso que 'el submarino amarillo' (ingeniosa metáfora del primer ministro Aznar); la radiactividad del uranio empobrecido es 'polvillo' (pícara y atenuadora metáfora y metonimia del ministro de Defensa -'ministro del polvillo' le llamarán algún día-).
La metáfora del 'polvillo' debiera quedar para siempre en la antología de las figuras retóricas. Tal vez consuele un poco y aplace los temores a los miles y miles de afectados por este síndrome de la guerra de Kosovo (también llega el polvillo / a los civiles, Trillo -disculpe, señor ministro, el fácil aleluya-). A los del otro síndrome (el de la guerra del Golfo) ninguna metáfora les aplazará nada, porque a muchos de ellos el triste uranio los ha convertido '... en polvo, en sombra, en nada'. ¡Manda huevos, señor ministro!-
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