Diálogo, paz y oración; mucha oración
Se les extorsiona, se les amenaza, se les mata, y no quieren dialogar, ¡tendrán jeta! Los que pusieron la bomba en el cementerio de Zarautz para causar una carnicería entre los familiares y compañeros del concejal asesinado Iruretagoyena, en su llamada de aviso de que no había estallado, califican de fascistas a los del PP, a las víctimas. Las personas amenazadas evitan en la calle la indiferencia insolidaria de los nacionalistas moderados. Lo que Franco no consiguió, pudrir a este pueblo, donde existía caridad y solidaridad, lo ha conseguido este nacionalismo reduciéndolo a la miseria moral que hizo posible la Kristallnacht. El miedo y la soledad producen fatiga de combate entre los cargos públicos no afectos. A ver qué valientes se presentan a las elecciones municipales en la Euskadi profunda. Una Euskadi que cada vez es más profunda.
La paz sólo la altera ETA, y mientras más aberrante, más sin sentido e indiscriminado sea el atentado, más perturbación produce. Algunos llegan a pensar que alguna causa habrá, alguna razón tendrán, para hacer tamaña aberración. Así, no sólo Arzalluz dice que la paz en Euskadi tiene un precio político y que ETA es la expresión de un problema político, también el ex vicario de la Diócesis de San Sebastián se pregunta por las causas de la existencia de ETA. Llegados aquí, a este tipo de manifestaciones, uno tiene el derecho de preguntarse qué tipo de decepción sentiría el nacionalismo no violento si ETA dejara de matar, porque dejarían de existir causas, razones, y hasta un problema político. De ahí que, no gustándoles la violencia, busquen su solución en una salida política, dando una legitimación a tanta muerte injustificada.
Si ante el acoso terrorista se reivindica el diálogo, sin más, se acaba legitimando al terrorismo. Existe un diálogo para acabar con el terrorismo, al que parece no dársele importancia, cuyo resultado ha sido el pacto entre el PP y PSOE, que tiene un para qué. Otro diálogo, más complejo y peligroso, es con las fuerzas que dicen compartir principios y objetivos con ETA, esperando que la consecución de determinadas reivindicaciones nacionalistas produzcan el cese del terrorismo. Este diálogo empieza a ser perverso porque el terrorismo lo condiciona.
Curiosamente, el PNV, defensor del diálogo 'con todos y hasta el amanecer', no se inclina a presentar en sus programas electorales las reivindicaciones del 'conflicto' -soberanía, autodeterminación- que considera suficientes para el cese del terrorismo. Se niega a articular ante la ciudadanía un proceso democrático que pudiera finalizar en plebiscito. Quizás porque aparecer en campaña electoral con la bandera de la autodeterminación y de la secesión puede suponer un revés electoral. Pero es evidente que para el PNV tendría más posibilidades de éxito -ningún costo electoral, y la justificación de ETA- si se negocia entre lo que llaman Euskadi y el Estado español. Pero tampoco estaría garantizada la paz porque se legitime a ETA. Se crearían las condiciones para un volver a empezar con más legitimación, como pasó tras Lizarra.
Y luego está el diálogo directo con los terroristas, al que se debe ir preparado a hacer concesiones; si no no es diálogo. Esto supone un deterioro de las reglas del juego democrático que por la paz (un ave maría) se puede permitir. Pero también, y es lo peor, se sigue poniendo un pedestal de legitimidad para todas las aberraciones cometidas, y de no alcanzar la paz se favorece la estrategia violenta que rige al terrorismo. El que opte por el diálogo sin reparar con quién, sin límite y hasta el amanecer, puede gestar un régimen del terror.
En un país, Euskadi, donde por ser diferente se ha muerto y se puede morir, donde otros se exilian o viven protegidos o casi clandestinos y muchos miran debajo del coche cada mañana, lo del diálogo, dicho sin más, suena a frivolidad criminal. En un contexto político donde a un nacionalismo conservador se une otro violento y de apariencias izquierdistas, cóctel de todo fascismo, el alegre llamamiento al diálogo puede finalizar, y no es una exageración, en una Euskadi fascista. Ninguna exageración porque ya lo es. Y oremos, porque, con un Gobierno en minoría, Ibarretxe sólo es lehendakari 'por la gracia de Dios'.
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