Qué papanatas
Habría que descubrir de una vez el contubernio entre la crítica o los críticos teatrales (también de otros espectáculos) y los programadores y las compañías. Debido a la desconfianza que profeso a esos 'profesionales', con pocas excepciones, me resisto a ir al teatro, y sólo lo hago cuando algún amigo con criterio me lo recomienda. Aun así, hasta ahora creía que algunas salas ofrecen, por principio y por conservar un prestigio adquirido, productos de calidad. Era el caso de La Abadía, donde se dice que los niveles de exigencia para actuar son muy altos, tanto para la compañía-taller estable que ahí funciona como para las que vienen de fuera.
Pues el espectáculo que vi esta semana, anunciado con todo lujo y avalado por la crítica oficial, me dejó boquiabierta de incredulidad y hasta de indignación. El Quijote que se está ofreciendo en estas fechas tan comerciales para los sufridos niños y los padres con afanes culturales es un bodrio. Me siento en la obligación de advertirlo para que los padres que quieran llevar a sus hijos se lo piensen dos veces antes de desembolsar un dinero respetable por una hora de aburrimiento, y sobre todo antes de que los pobres niños sean víctimas de esas patrañas pseudoculturales con pretensiones, que los van a deformar para el futuro, si no a hacerles aborrecer el teatro para toda su vida.
Ya está bien de confundir al personal y de admitir y vender como excelente todo lo ininteligible y que en muchos casos no es más que una simpleza tras la cual no hay un trabajo serio. Las aventuras de Don Quijote y Sancho, en esa función, son de una pobreza deprimente en todos los sentidos. En cualquier función de títeres de las que ofrecen en centros culturales municipales y hasta en el Retiro hay mejor técnica de marionetas que la que vi en La Abadía, a 2.800 pesetas la hora.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.