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Columna
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Rally

En el fondo de los cascos de metal fulgurante, el cerebro de los héroes del motor hervía en una grandiosa hoguera y sus cenizas iluminaban las playas de Dakar. Cada máquina y su piloto eran una aleación de combustible, laureles y chatarra, que alentaba la sustancia de aquella soberbia épica. Y nada podía empañar el supremo sacrificio de los corredores: se estaban jugando el tipo y el botín, por unas pistas terribles, en nombre de la civilización. Pero a los héroes sólo los impulsaba una higiénica rivalidad deportiva y el prolongado orgasmo de la aventura. Por eso, no entendieron las manifestaciones de Castellón ni de Almería, ni les inmutó el despliegue de la tropa marroquí que flanqueó su trayecto, hasta Smara. La velocidad y el vértigo dejaban atrás cualquier contagio político: sólo contaban el trofeo y la gloria. Los turbios episodios de criaturas torturadas, exiliadas o desaparecidas no les ensombreció el esplendor de su destino. Y todo aquel paisaje no tenía más fundamento que el de un raid legendario extendido en la inmensidad de la desolación, para la aritmética de su palmarés.

Tal vez, en algún momento de su existencia, alguien le explique a alguno de esos héroes que circula por la vida ignorándola más allá de sus poderosos cilindros y de su penosa vanidad, que aquel escenario de arena y piedras, estaba empapado en sangre inocente y que era todo un futuro de libertades. Tal vez le explique que él solo fue un instrumento de provocación, y que aun sin saberlo o sin querer saberlo, durante algunos cientos de kilómetros, despreció la razón y se puso al servicio de los saqueos y desmanes de un tipo sin escrúpulos, y que hasta pudo ser abatido por una ráfaga de cualquier metralleta o del alisio. Y si al héroe le queda un rescoldo de memoria, quizá recuerde que en aquel rally, tan campante, atropelló los derechos de todo un pueblo, y se hizo cómplice de una carnicería. De modo que si todavía no conoce la noticia de hoy, aún le queda la posibilidade de conocer la historia de mañana. Y quizá entonces, aunque ya algo tarde, advierta la verdadera naturaleza de su hazaña.

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