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FÚTBOL | La resaca de la jornada
Columna
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El Depor y la leonera

Xosé Hermida

Una de las más irritantes manías del mundillo del fútbol -agravada en España por las peculiaridades del carácter nacional- es esa funesta tendencia a extraer cada semana conclusiones de validez universal. Un día ganamos y nos sentimos en la cúspide. Al siguiente perdemos y parece como si nos arrastráramos por una cloaca.

Conviene, pues, no exagerar la crisis que, como todas las temporadas, ha visitado al Deportivo coincidiendo con el cambio de año. Frente al impulso de analizar las cosas desde la perspectiva más corta, nunca está de más tomar cierta distancia y poner cada episodio en su contexto. Vista así, la trayectoria del Deportivo esta temporada ha resultado magnífica; sobre todo, porque casi nadie habría estado dispuesto a arriesgar una peseta apostando a que sería capaz de batirse a la altura de las circunstancias en la Copa de Europa sin descomponer la figura en el campeonato nacional.

Ahora bien, no perder la perspectiva tampoco equivale a renunciar al análisis coyuntural. Y la coyuntura para el grupo de Javier Irureta es bastante penosa. Sirva un dato para ilustrarlo: en sus tres últimos desplazamientos, el Deportivo ha concedido nueve goles, lo que prueba que aquella granítica fortaleza contra la que se estrellaban todos los contrarios hasta hacerlos caer por pura desesperación es ahora una endeble barricada juvenil que se desmorona a la primera acometida. Véanse los tres goles de Valladolid: al margen de la destreza de los rematadores locales, el Deportivo permitió que el rival disparase dos veces desde la frontal del área en el espacio de sólo cuatro minutos (entre el 75 y el 79) y un rato después, cuando el gol de Pandiani alimentaba la esperanza de una remontada, la defensa consintió que Pachón cabecease sin el menor incordio.

A los equipos de fútbol, como a los amigos, se los conoce mejor en los malos momentos. Este bache que atraviesa el Deportivo deja al descubierto los rasgos más desagradables de su fisonomía; esos ramalazos que los triunfos logran camuflar, pero que permanecen latentes y se manifiestan en cuanto las cosas se tuercen un poco. En Valladolid, como en tantos partidos fuera de casa, volvió a abandonarse a la contemplación. Lejos de Riazor, en vez de aferrar los choques e intentar imponerles un curso propio, el Depor tiende a acurrucarse junto al calorcito del área esperando a que el contrario cometa un error para tumbarle sin necesidad de grandes esfuerzos.

Al Depor parecen aburrirle las obligaciones menores. Siempre está dispuesto a madrugar para irse de caza mayor, pero le puede la holgazanería cuando hay que hacer la cama o barrer el suelo, pequeños detalles domésticos sin los que resulta imposible gobernar una casa. Tras la Navidad, se ha encontrado con los trastos patas arriba y la pereza vacacional aún metida en el cuerpo. Como no se la sacuda pronto, a ver quién pone orden en la leonera.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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