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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Vergüenza en el Real

Somos un grupo de amantes de la ópera y asiduos al Teatro Real. Como tales, somos entusiastas del canto, que nos cuesta mucho dinero como afición en forma de discos, viajes por España y Europa o entradas para los espectáculos. Como espectadores y seguidores de la tradición operística, expresamos sentimientos al acabar las funciones, elogiando lo que nos hace felices y abucheando a aquel que produce el efecto contrario.

Asistimos de manera individual a la representación, el 26 de diciembre, de El trovador, de Verdi, en Madrid, en la que fuimos testigos de momentos exasperantes por parte del divo de turno. Pero lo que nos dejó abochornados y estupefactos fue la actitud soberbia, chabacana e insultante del crecido protagonista José Cura, que, en un arrebato premeditado y demagógico, se dirigió despectivamente a quienes le recriminamos sus carencias cantoras y sus trampas técnicas.

Es inadmisible que un teatro serio consienta estas actitudes ante la sonrisa cómplice del director musical, Luis Antonio García Navarro. Los responsables del teatro y la fundación deberían explicarnos cómo consienten que dos de sus empleados, uno fijo y otro ocasional, nos falten al respeto como público y aficionados por criticar su labor.

Exigimos que se nos diga de qué grupo organizado y campaña somos parte (porque lo ignoramos), acusaciones de tipo paranoide que realizan profesionales incapaces de pensar simplemente que lo que hacen no nos gusta. Por otro lado, pedimos que se nos aclare eso de que 'olemos mal', lo cual es un insulto que no estamos dispuestos a tolerar, y exigiremos una disculpa por parte de los responsables del teatro, garantes del respeto hacia el público que paga sus entradas y con derecho a manifestar su opinión sin interrumpir el espectáculo, como hacemos.

Es tremendo ver cómo figuras de verdad (por ejemplo, Carreras, Domingo, Lavirgen, Maazel, Baremboin) han asumido con humildad y respeto la discrepancia del público en Madrid y cómo directores de segunda y neofiguras mediáticas y soberbias se encaran con aquellos que les pagan.

Lo que pasó el otro día ensucia la imagen del Teatro Real, y la ensuciará aún más si no reacciona ante estas actitudes, que, por otro lado, no son nuevas, pues ya se dieron durante la representación de la obra Turandot, según tenemos entendido. En los teatros serios estas actitudes se sancionan, y el teatro se alinea con su verdadero dueño, el público, respetable en sus reacciones positivas o negativas, y no con la estrella ocasional y pasajera.

Señores del Real, ¿murió el derecho del público a expresarse libremente en los teatros? En la Scala, no.-

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