_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

CONTRA LA OCUPACIÓN

El movimiento pacifista de Israel debería empezar a reconsiderar su postura: llevamos 30 años diciendo que no se puede obtener la paz mientras Israel gobierne sobre otra nación; algunos incluso hemos dicho que la insistencia de Israel en gobernar sobre otra nación es precisamente la razón de que la paz no llegue. Pero nuestro Gobierno ya no insiste.

En la actualidad, Israel ofrece a los palestinos un acuerdo de paz basado en las fronteras de 1967 con pequeñas rectificaciones por ambas partes. Propone eliminar los asentamientos israelíes dispersos por todo el territorio palestino, hacer de Jerusalén este la capital de Palestina y colocar los Santos Lugares en disputa bajo custodia musulmana. Se trata de la oferta más amplia que puede hacer Israel. El precio de hacer esa oferta a los palestinos es el de abrir un cisma sin precedentes en la sociedad israelí y causar un terremoto político. El pueblo judío debe asumir un abandono traumático de muchas de sus demandas históricas y teológicas, muchos de sus antiguos sueños y sus aspiraciones religiosas.

ISRAEL DEBE RETIRARSE DE LAS REGIONES PALESTINAS HABITADAS

La nación palestina rechaza esta paz. Ahora, sus dirigentes reclaman abiertamente el 'derecho al regreso' de cientos de miles de palestinos que huyeron y fueron expulsados de sus hogares en la guerra de 1948, mientras se olvidan cínicamente del destino de cientos de miles de judíos israelíes que huyeron y fueron expulsados de sus hogares en los países árabes durante aquella misma guerra.

La puesta en práctica del 'derecho al regreso' de los palestinos equivale a abolir el derecho del pueblo judío a la autodeterminación. Convertirá a los judíos en un pequeño grupo étnico a merced de los musulmanes, una 'minoría protegida', tal como desean los fundamentalistas islámicos.

La puesta en práctica del 'derecho al regreso' significa la erradicación de Israel.

La resolución original de Naciones Unidas, de noviembre de 1947, promulgaba la creación de dos Estados soberanos en el territorio en disputa, uno para el pueblo judío y otro para el pueblo palestino. Sin embargo, el 'derecho al regreso' que reclaman en la actualidad los palestinos significa en la práctica que, en lugar de 'dos Estados para dos naciones', acabarán existiendo dos Estados árabes en esta tierra.

Ante esta drástica radicalización de las posiciones palestinas, los israelíes que trabajan a favor de la paz no pueden pretender que las cosas están como siempre. Ni deben seguir afirmando, como han hecho durante décadas, que 'el único obstáculo para la paz es la ocupación de los territorios palestinos por parte de Israel'.

Las palomas israelíes deben reformar su postura. En vez de afirmar que la ocupación israelí de las zonas palestinas impide la paz, debemos decir que, incluso sin paz, gobernar sobre otra nación está mal. Está mal y es perjudicial. La ocupación, respaldada por docenas de pequeños asentamientos plantados en medio del territorio palestino con la intención de impedir cualquier compromiso futuro, no fortalece a Israel, sino que lo debilita. Le hace más débil y menos defendible.

No estoy de acuerdo con la idea de la separación unilateral, un concepto confuso y que no sirve de nada. Israel debe desplegar sus fuerzas a lo largo de unos límites que correspondan, más o menos, a las realidades demográficas. Debe retirarse de las regiones palestinas habitadas y permitir que los palestinos creen su propio Estado independiente de forma inmediata, incluso aunque no haya acuerdo de paz.

Los nuevos límites no serán fronteras permanentes, sino que servirán de base para futuras negociaciones de paz, con las modificaciones pertinentes. Mientras tanto, cualquier ataque palestino contra ellos no se considerará un mero 'ataque terrorista', sino una agresión de un Estado soberano contra el territorio del Estado vecino, por lo que Israel podrá ejercer el derecho a defenderse.

Una señal de cambio en la actitud palestina de rechazo podría ser su voluntad de negociar con Israel, no el 'derecho al regreso', sino una solución global, nacional y humanitaria al problema de los refugiados de 1948. Israel debería comprometerse moralmente con una solución de ese tipo. En cuanto eso ocurra, los dos Gobiernos podrán negociar y trazar sus fronteras de paz.

Amos Oz es escritor

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_