Unos juegan, otros ganan
El Málaga aprovecha dos goles del panameño Dely Valdés para vencer a un Athletic que le superó en juego, actitud y calidad, pero no en acierto ante la portería contraria
El Athletic llegaba ayer una ciudad en la que aún se recuerda con amargura la sorprendente victoria que los vizcaínos protagonizaron en La Rosaleda en la campaña pasada. En aquella ocasión los rojiblancos remontaron un 3-1 adverso en los últimos minutos del encuentro. Un reencuentro con aires de venganza en la que los capitanes de ambos equipos eran los hermanos Larrainzar.
Los precedentes y el buen ritmo de los primeros minutos eran la antesala de, cuanto menos, un partido entretenido. Con alternancia en las llegadas sin demasiado peligro, Darío Silva alardeó una vez más de entrega y, tras presionar a Lafuente y propiciar una jugada rocambolesca, el balón le quedó franco a Dely Valdés, que lo puso en la red.
A partir del gol, el Málaga aportó el orden y mandó en el juego, con la solvencia de una escasa presencia de atacantes bilbaínos en el área de Contreras. El Athletic, sin llegar a dominar, comenzó a crear peligro mediante la velocidad de Etxeberría y la fortaleza de Urzaiz, lo que ocurrió a la vez que el entrenador visitante, Txetxu Rojo, recomponía la inicial desorganización de su zaga.
El encargado de acallar la tímida reacción rojiblanca fue otra vez el panameño Dely Valdés, que cogió el cuero en el centro del campo y, tras una gran jugada individual, batió a Lafuente desde la media luna. Partido encarrilado que fue cimentado por el trabajo incansable del omnipresente Movilla, mientras quedaba inédito el centro del campo del once de Rojo, que perdió el Norte tras el segundo gol.
El partido cobró vida nada más comenzar la segunda mitad con el gol de Yeste, tras una buena acción de Urzaiz, que metió en el partido al Athletc. Los primeros fantasmas del año pasado se instalaron en la cabeza de no pocos, máxime cuando el Málaga no atajó de raíz el mal y permitió el acercamiento frecuente de los vizcaínos.
La nueva perla de Lezama, Yeste, tomó el bastón de mando, lo que coincidió con un declive en la presión malaguista en el centro del campo. El gol aportó alas a los de Rojo, que controlaron la posesión y triangularon con rapidez, trasladando el escenario al campo rival.
Una ventaja mínima y un rival empujando cada vez más. Las condiciones eran las propicias para que se produjera la psicosis conservadora, tanto en los jugadores como en el técnico del Málaga, Joaquín Peiró, que sustituyó a Agostinho por Iznata para vigilar sus espaldas.
El nerviosismo se instaló en el ambiente y fueron frecuentes los murmullos en las gradas cada vez que llegaba un balón aéreo a la zona de Contreras, donde estaba instalado Urzaiz, peligroso en estos lances.
La presión visitante se fue mitigando y el Málaga apeló al contragolpe para advertir a los bilbaínos de los riesgos ofensivos. El encargado de canalizar las contras fue Zárate, que sustituyó a Darío Silva.
Los apuros se esfumaron y los fantasmas desaparecieron. El Málaga venció en sus tres contiendas ante conjuntos vascos y no repitió los malos resultados en casa ante éstos, lo que le permite iniciar el año con nuevas aspiraciones. Una victoria que es un ingrediente más en el menú de irregularidad que este año está ofreciendo el Athletic de Bilbao.
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