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Hallados muertos bajo el hielo otros dos montañeros desaparecidos en el Pirineo

Josep Miralles, que formaba parte del grupo de tres montañeros que trataban de ascender al Balandrau, se encontraba en la zona más elevada del torrente, a apenas unos 50 metros de la cima. El más veterano de los expedicionarios fue localizado hacia las 13.50 horas por un perro adiestrado de los equipos andorranos. El animal señaló el lugar, y después de aplicar los detectores de bandas magnéticas y metales se consideró que existían suficientes indicios para iniciar una excavación. La dureza de la nieve, mucho más compacta que en jornadas anteriores, dificultó enormemente las tareas aunque la visibilidad era mayor y la temperatura más benigna.

Los bomberos recurrieron a motosierras. Después de un arduo trabajo, el cadáver de Miralles apareció bajo unos tres metros de nieve y hielo, a unos 700 metros del lugar donde fue encontrado su compañero Josep Marí. Los servicios de rescate rastrearán hoy la zona próxima, porque creen que la esposa de Miralles, Maria Àngels Belsa, puede encontrarse cerca.

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El cuerpo de Josep Artigas fue hallado a las 16.00 en un punto intermedio del Torrente de la Fontlletera, por debajo del lugar donde fueron encontrados los cinco pares de esquíes que el grupo dejó clavados en la nieve, probablemente para poder descender más rápido tras alcanzarles la tormenta. Artigas se encontraba en posición vertical, lo que indica que cayó por un agujero cuando caminaba sobre una enorme capa de nieve. El hecho de que estuviera de pie hizo que pasara inadvertido para las varillas de sonda, que habían sido usadas varias veces en ese tramo. La cabeza del esquiador estaba enterrada bajo unos 70 centímetros de nieve. Su mujer, Elena Fernández, todavía no ha sido localizada, ni tampoco Mònica Udayol.

Ayer participaron en la búsqueda unas 55 personas y cinco helicópteros. El trabajo, según explicó el director general de Emergencias de la Generalitat, Josep Maria Padrosa, fue intenso. Una de las tareas consistió en abrir zanjas de hasta cinco metros de profundidad por siete de largo y cinco de ancho. Esta mañana se reanudarán las tareas de rescate a partir de las 8.30 y comenzarán con una batida de perros adiestrados, detectores magnéticos y sondas para marcar los posibles puntos a excavar. Después, mediante palas y motosierras, serán abiertas nuevas zanjas.

Las posibilidades de hallar supervivientes son prácticamente nulas. Los familiares, abatidos y exhaustos, continúan esperando noticias y, cuando son requeridos, participan en las tareas de reconocimiento de los cadáveres. Ayer hicieron público un comunicado de agradecimiento por los esfuerzos del equipo de rescate y la labor periodística, que ha respetado su demanda de intimidad efectuada al comienzo de la tragedia.

Josep Maria Padrosa confirmó ayer que dos de las cuatro víctimas rescatadas hasta ahora poseían teléfonos móviles aunque no pudieron usarlos por falta de cobertura. La situación de los cuerpos descarta casi por completo que los excursionistas fuesen víctimas de un alud. Se cree que más bien perecieron ateridos de frío, desorientados y exhaustos por el esfuerzo de luchar contra los elementos. La nieve que ahora cubre sus cuerpos se depositó después de su fallecimiento.

Los detalles facilitados hasta ahora por el único superviviente no han sido de mucha utilidad puesto que los indicadores que señaló están ahora cubiertos de nieve. Los lugares en que se han encontrado los cadáveres marcan una trayectoria muy definida a lo largo del Torrente de la Fontlletera, que fue asolado por uno de los fenómenos más temidos del Pirineo, denominado turb en catalán y turberas en Aragón, un viento fuerte y helado del norte que levanta la nieve de las cimas y la arroja, en turbulentos remolinos, sobre el valle.

El presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, visitó ayer la zona pero no se entrevistó con los familiares de las víctimas, según la versión oficial para respetar su intimidad.

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