Clinton se reúne con Arafat en busca de apoyo a su plan
Sin perder del todo la esperanza, Bill Clinton se entrevistó anoche en Washington con Yasir Arafat para tratar de salvar in extremis los restos del proceso de paz en Oriente Próximo. Clinton y Arafat conversaron en la Casa Blanca durante dos horas y, tras una interrupción de otras cuatro, tenían previsto reunirse de nuevo esta madrugada. El líder palestino no hizo declaraciones al salir de la primera entrevista. El presidente norteamericano explicó a Arafat los detalles del plan que propuso la semana pasada para resolver, entre otros temas, el delicado reparto de Jerusalén. Arafat y el primer ministro israelí, Ehud Barak, han expresado serias reservas sobre la propuesta de Clinton.Con su reunión de ayer, Arafat confirmó su peculiar situación como líder internacional con el que Clinton ha mantenido más entrevistas en sus ocho años de mandato. Su visita a Washington se produce tras un recrudecimiento de los enfrentamientos entre palestinos e israelíes y después de que Barak asegurara que las negociaciones no se resolverían antes del próximo 20 de enero, cuando termine la presidencia de Clinton.Última oportunidadPese a todos estos malos augurios, Clinton no se da por vencido. Ha decidido utilizar sus últimos días en el Despacho Oval para sonsacar un amago de entendimiento entre las dos partes. Por ahora, Arafat no ha dado muchos indicios sobre su postura ante la propuesta norteamericana. El mandatario estadounidense espera poder convencerle de que ésta es la única alternativa antes de las elecciones israelíes del próximo 6 de febrero, que, dada la impopularidad de Barak en Israel, podrían dar la victoria a los conservadores del Likud. 'Queremos estar seguros de que existe un acuerdo común sobre los parámetros', dijo ayer, antes de la reunión, el portavoz de la Casa Blanca, P. J. Crowley. No se descartaba ayer la posibilidad de un encuentro a tres bandas o incluso de una entrevista entre Clinton y Barak. El plan de Washington, que no es un acuerdo de paz propiamente dicho, ofrece a los palestinos el control de la parte musulmana de Jerusalén, incluida la conflictiva Explanada de las Mezquitas, y el 95% de Cisjordania a cambio de renunciar al derecho de regreso de sus cuatro millones de refugiados, repartidos por Oriente Próximo. Los israelíes se quedarían con la parte judía de la ciudad, que reclaman como capital, y los asentamientos que componen sus barrios periféricos. Una solución salomónica, aunque compleja, que debía arreglar los contenciosos que provocaron el fracaso de la cumbre de Camp David, el pasado verano. Barak, en principio, aceptó la idea, supeditando la aprobación final al visto bueno de los palestinos. El primer ministro israelí se ha retractado desde entonces, asegurando que nunca cedería la soberanía sobre la Explanada de las Mezquitas (situada junto al Muro de las Lamentaciones), y por ahora las dos partes están tan enfrentadas como antes del intento de remiendo norteamericano.
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