Si el pueblo hubiera sabido
Harold Evans, que fue director de The Times de Londres, acaba de publicar una admirable entrevista con Bill Clinton en la revista Talk Magazine, cuya versión española apareció en la edición de El País Semanal correspondiente al 24 de diciembre. De donde se deduce, por una parte, que Evans resistió la experiencia del ejercicio del poder periodístico sin contraer las temibles secuelas de invalidez profesional y, por otra, que un texto con su firma es capaz de superar una cierta barrera de insonoridad derivada de su publicación fuera del circuito de la máxima notoriedad.
Estas lecturas norteamericanas ofrecen a los lectores españoles contrastes de gran interés. Porque mientras aquí, en la moderna A Coruña, el editor de Diario 16 Emilio Rey consideraba antes de ayer absolutamente superada la distinción clásica entre derecha e izquierda y se lamentaba de que la clase política siguiera con esas visiones excluyentes más que decimonónicas absolutamente arcaicas, allí, en el retrasado Washington, Bill Clinton afirmaba que 'Estados Unidos tiene una derecha muy bien organizada y realmente venenosa'. O sea, que para sonrojo de los norteamericanos en EE UU las meigas haberlas, haylas. Nuestro Bill ofrece datos complementarios con nombres y cifras cuando dice que esa derecha está 'financiada en gran parte por Richard Mellon Scaife, quien entregó 2,3 millones de dólares a The American Spectator para que me acosaran sin cesar en Arkansas'.
Emilio Rey es menos explícito en sus declaraciones, con ocasión del número conmemorativo de los 25 años de su periódico, pero estima inaceptable que 'Mario Conde haya abierto El Mundo y no sepamos qué intereses, qué accionariado había detrás de eso'; también que 'un señor se lleve una televisión por una peseta y que tras una gestión pésima, el Gobierno presione para que se le dé una salida y se le paguen casi 30.000 millones por esa cadena que hundió'; así como 'el caso de la adquisición de la cadena de radio Antena 3 por el Grupo Prisa, un proceso apoyado por el Gobierno socialista de entonces en el que se incumplió la ley de modo flagrante, según acaban de ratificar hace poco los Tribunales' y 'el proceder de los banqueros que participaron de forma oscura en la compra de cabeceras de la antigua red de periódicos del Movimiento'. ¿Aprovechará Emilio Rey las páginas de Diario 16 de las que dispone como editor para desvelar todas esas apasionantes cuestiones? Es seguro que el Niño Dios le pagaría esa caridad de la que estamos tan necesitados los de a pie con muy numerosos lectores adicionales.
Clinton, por su cuenta, interrogado sobre la nueva tendencia en la política estadounidense a recurrir a acciones judiciales para obtener fines políticos, responde que 'todo el asunto de mi proceso de destitución fue sólo un tejemaneje político' y que 'si el pueblo norteamericano hubiera sabido la mitad de las cosas que pasaron habría habido todavía más gente a nuestro favor'.
Enseguida Clinton repara también en que 'en este país no existe prensa alguna de izquierdas organizada y nosotros no disponemos de una red de programas de tertulias como la que tienen ellos. Ni poseemos aún, como el Partido Republicano, un aparato en Washington que considere que tiene derecho a mandar y que todo lo que hagan para recuperar el poder está bien'.
Después de ocho años de inquilino de la Casa Blanca Clinton se cae del guindo y se muestra asombrado de que algunas personas consideren la destrucción personal como una forma legítima de sacar adelante la nación. Después carga las responsabilidades sobre los republicanos pero no exime de culpa a los demócratas ni a la prensa política, a la que acusa de haber contribuido dejándose llevar por informaciones más fáciles de contar que las que requieren por ejemplo desentrañar el debate sobre los fármacos del Medicare (programa de asistencia farmaceútica a los mayores de 65 años). Aquí también alguien acabará haciéndole la autocrítica a la prensa, a esa prensa llamada de calidad, abastecedora de información y opinión, definidora a menudo de la perspectiva del interés nacional. Volveremos.
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