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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Voluntarios sociales

La principal causa de la expansión de las organizaciones no gubernamentales (ONG) en España es la insuficiente presencia del Estado en el cada vez más amplio frente asistencial de la sociedad. En esa tierra de nadie o semiabandonada por los poderes públicos, las ONG de carácter humanitario han encontrado un espacio propio en el que desarrollar ese tercer sector, a medio camino entre lo público y privado, que toda sociedad moderna requiere.Pueden resultar llamativas las cifras de 11.000 ONG existentes actualmente en España, de 284.000 asalariados a su servicio y de más de un millón de voluntarios que colaboran con ellas. Pero esas cifras no hacen sino reflejar la dimensión que ha alcanzado la corriente solidaria impulsada desde las organizaciones no gubernamentales en campos tan diversos como la ayuda a la pobreza, inmigrantes, discapacitados, drogodependientes, enfermos terminales y ancianos.

Precisamente, la supresión del servicio militar obligatorio el 1 de enero de 2002 y la consiguiente desaparición de la prestación social sustitutoria ha suscitado alguna inquietud sobre el futuro de determinados servicios prestados por las ONG. En los últimos años, las organizaciones no gubernamentales de carácter humanitario han acogido un buen número de objetores -entre 50.000 y 100.000 cada año- ante la escasez de la oferta pública para una prestación social en condiciones. La cuestión que se plantea es cómo van a cubrir las ONG el hueco dejado por los objetores.

Nuevamente se ha barajado la posibilidad de establecer el "servicio civil para el cumplimiento de fines de interés general" contemplado en el artículo 30 de la Constitución de 1978. Pero esa vía hace tiempo que fue desechada para apostar por otra que prime el voluntariado social. Las ONG parecen inclinadas a llenar el hueco asistencial dejado libre por los objetores con la captación de nuevos colaboradores entre los prejubilados, las amas de casa o los adultos de más de 30 años. Ése es el camino que puede capitalizar el enorme potencial solidario que alberga la sociedad española, especialmente los jóvenes. Desde 1996, la llamada ley del voluntariado intenta dar cauce legal a ese impulso. Sus frutos son evidentes: de los 300.000 voluntarios que había en la fecha de su entrada en vigor se ha pasado al millón actual.

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