Condenado el trabajador de una caja por quedarse dinero de ancianos
Un hombre de 32 años ha sido condenado por la Audiencia Provincial de Málaga a dos años de prisión por apropiarse, cuando desempeñaba las funciones de cajero en la sucursal de una caja de ahorros en Antequera, del dinero de varios clientes ancianos.El acusado, A.B.D., natural de Ronda y vecino de Antequera, y sin antecedentes penales, se apropió del dinero de personas de avanzada edad mediante la elaboración de un documento de reintegro y la falsificación de la firma o estampando una huella dactilar como si correspondiera a la del titular de la cuenta.
El tribunal cree probado que el procesado estampó "unas huellas dactilares supuestas" como si fueran las correspondientes a las de un matrimonio titular de la cuenta, "aprovechando que se trataba de personas de avanzada edad y que no sabían firmar" y falsificó la firma del hijo, también titular de la cuenta.
A.B.D. utilizó este procedimiento en el documento de reintegro en cuatro ocasiones entre el 30 de diciembre de 1996 y el 22 de julio de 1997, con lo que se apropió de un total de 800.000 pesetas.
Asimismo, desde el 8 de noviembre de 1996 al 26 de julio de 1997 se apropió de 7,8 millones de pesetas de la cuenta de una mujer de 81 años, que tampoco sabía leer y escribir, cantidad que aún no ha devuelto el acusado, y que consiguió a través de 51 supuestos reintegros.
De estos reintegros de la citada cuenta, 28 los efectuó a través del cajero automático, para lo que traspasó los datos de la antigua cartilla de la titular que, "por su edad se guardaba en la sucursal y que no era operativa en los cajeros", a una nueva, con banda magnética, que activó "logrando hacerse con el número secreto".
Otros quince los realizó directamente en caja sin necesidad de que el titular firmara ningún documento, al ser cantidades iguales o inferiores a 100.000 pesetas, y los ocho restantes, en ventanilla para lo que confeccionó impresos de reintegros, rellenó los datos y estampó una huella dactilar, señala la sentencia.
El inculpado, adicto a sustancias estupefacientes, efectuó estas operaciones tanto a través del terminal que tenía asignado en la oficina como los de sus compañeros, aprovechando cualquier salida de ellos que "dejaban operativos el terminal y con su clave de acceso, secreta y personal activada".
La Sala considera a A.B.D. responsable de un delito continuado de falsedad en documento mercantil, en concurso con otro de apropiación indebida.
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