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Navidad multicultural

Tres inmigrantes relatan cómo celebran estas fiestas a miles de kilómetros de sus seres queridos

Combinación de tradiciones

-¿Qué te gustaría que te regalaran por Navidad?-El regalo más grande sería escuchar la voz de mis padres y mis hermanos, que están muy lejos, al otro lado del mar, y no puedo verlos. ¡Cómo les envidio a ustedes, que están todos juntos, en familia!

Este diálogo es un extracto de una obra teatral en la que una mujer rica habla con su sirvienta peruana. La respuesta de la chica es la misma que darían muchos de los inmigrantes que viven y trabajan en Madrid, pero que tienen su corazón muy lejos y que se sienten aún más solos en estas fechas. Tres de ellos, un senegalés musulmán y un ecuatoriano y una peruana cristianos practicantes, relatan cómo pasan la Navidad a miles de kilómetros de sus casas.

María del Socorro Pasco Quesada, Coqui, de 35 años, llegó hace cinco a Madrid desde Perú. En Lima era profesora de educación infantil en una escuela privada. Vive con su hermana y los hijos de ella en un piso del barrio de Argüelles. Su madre y dos de sus siete hermanos siguen en Perú. Su padre murió. Coqui se gana la vida cuidando niños y dedica su tiempo libre a la asociación cultural Todo es Arte, que agrupa a inmigrantes suramericanos. La asociación celebró ayer la Navidad con una jornada artística en el auditorio del Centro Cultural de La Elipa. El villancico peruano que cantó la coral Padre San Cristobal, de Getafe, desató los aplausos de los cerca de 200 asistentes al acto, la mayoría peruanos. "Niño Manuelito, mi niño Jesús, nacido en un pesebre siendo el mismo Dios, humilde su cuna, sin tener más luz que una noche de luna y una estrellita en el cielo azul". Elisa Allende, presidenta de la asociación Todo es Arte, explica que, en Perú, al niño Jesús le ponen apodos: "Manuelito o cholito lindo".

La fiesta derivó en un baile multitudinario en el que gran parte del público, incluido el cónsul peruano, Manuel González, saltó al escenario. "¡Me bailaban los pies en el asiento! Sólo me faltaba el empujoncito que me convenció", comentaba casi sin resuello. "La jornada navideña y artística ha sido muy emotiva", concluyó el cónsul. Y se fue a la chocolatada a recuperar fuerzas. "La tradición allá es tomar chocolate bebido con panetón. No tenemos turrón", indicó Coqui, con las mejillas arreboladas tras el baile.

La Navidad tiene otro significado para Tafsir Dia, de 37 años, inmigrante senegalés, de religión musulmán, que trabaja como mediador social en Madrid. Tafsir celebra la Navidad por contagio. La suya es la imagen opuesta al estereotipo de Papá Noel. Es negro, delgado y tiene el pelo moreno, rizado y muy corto. Nunca ha visitado los hielos del norte de Europa. Viene de la costa occidental de África, donde lo más parecido a la nieve es la espuma de las olas del océano Atlántico.

Pero celebra la Navidad por todo lo alto, según el rito que inunda calles y hogares. Su familia sirve de modelo de integración social para los 800 senegaleses -el 95%, musulmanes- que viven en Madrid. Tafsir ha plantado un árbol de Navidad, repleto de adornos, en su vivienda de Rivas-Vaciamadrid, "por exigencia" de su hija, Alimatou, madrileña de seis años. "Además, me dijo que lo instalara cerca del balcón, para facilitarle la labor a Papá Noel", explica. "Mi hija es musulmana, pero sabe que a sus amigos españoles les van a traer regalos por Navidad y ella quiere el mismo trato".

Tafsir y su familia celebran hoy la Nochebuena con un puñado de amigos, "los más cercanos", en el Café Progreso, que regenta su mujer, Awa Cheikh Mbengue, también senegalesa. Se conocieron en Madrid. Cerrarán el bar al público y lo acondicionarán al estilo europeo, con luces de colores, guirnaldas colgadas del techo y otros adornos típicos de la fecha.

No comerán cordero, sino pollo, fieles a una receta ancestral africana, propia de los musulmanes, que consiste en condimentar el ave con especias: "Compro un pollo grande, le hago un corte en el muslo y meto pimienta negra y otras especies, tal y como lo cocinaban mis antepasados en África. Hay muchos inmigrantes musulmanes que en Nochebuena dan por concluido el Ramadán [acaba el 27]", asegura. "Como musulmán, no podría beber cava, pero en Nochebuena se puede pecar un poco. Ya afrontaré lo que venga", bromea.

Tafsir combina las costumbres españolas con las que su padre, un humilde trabajador, le inculcó en Dakar. Llegó hace siete años a Madrid para completar los estudios de filología hispánica, que comenzó en la Universidad de Dakar. Cuando se licenció, inició su carrera profesional en el terreno de los servicios sociales. "Los inmigrantes debemos conservar nuestras costumbres y combinarlas con las del país en el que vivimos. Sólo así lograremos la integración". Tafsir demuestra que la simbiosis social entre Europa y África es posible.Al contrario que Tafsir, Guillermo Imbaquingo, inmigrante ecuatoriano, de 36 años, siente la Navidad como un ejercicio de fe cristiana. Se gana la vida buzoneando publicidad en Madrid, con un sueldo de 80.000 pesetas mensuales, "más de lo que ganaba en Quito como barrendero municipal". Su mujer, Rosario Tasivano, de 42 años, cobra una cifra parecida como empleada del hogar en un lujoso chalé de la Moraleja, una urbanización del norte de Madrid.

Su Navidad es humilde. Compraron un belén en un todo a cien y esta Nochebuena cenarán pollo, a falta de cordero lechal o cochinillo. "Lo condimentamos con arroz y frijoles, al estilo ecuatoriano", explicó. Los únicos que reciben regalos por Navidad son sus dos hijos, una niña y un niño, porque los sueldos no dan para más.

Imbaquingo también es el presidente de la Coordinadora Nacional de Ecuatorianos en España (200 socios) y ayer convocó un acto navideño en una cancha de baloncesto del parque del Oeste, de Madrid. La tarde era fría. Medio centenar de ecuatorianos, abrigados hasta las orejas, se apiñaron en un gran abrazo navideño. Algunos lloraron. "Aquí están solos, lejos de casa. Sus hijos, mujeres o maridos están a miles de kilómetros, en Ecuador, y todavía no se los han podido traer a España", concluyó Imbaquingo.

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