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Votaciones limpias

Al caluroso y soleado verano le ha sucedido un crudo y oscuro invierno en Serbia. Lo contrario ha ocurrido con las elecciones. Las de septiembre, con Slobodan Milosevic en el poder, se celebraron con observadores tan probos en cuestiones de democracia como el ministro del Interior de Irak. La Embajada de Yugoslavia en Madrid tuvo dificultades para conseguir que viniera, con todos los gastos pagados, una observadora. Nadie quería pringarse con semejante trabajo sucio como dar la bendición a un fraude electoral. Los periodistas sólo consiguieron entrar a base de trucos o de la benevolencia del régimen y sufrieron toda clase de sevicias de las autoridades policiales y del ministerio de Información. La televisión era un instrumento de agitación y propaganda de Milosevic y contra la oposición.

Las elecciones del sábado se celebran con urnas transparentes y tinta indeleble, para que no se pueda votar dos veces. Todos los partidos tienen acceso a los medios audiovisuales. La Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) ya ha inundado hoteles de Belgrado con jóvenes de todos los países, encargados de velar por la pureza del voto. Organizaciones no gubernamentales de Serbia podrán actuar y moverse con libertad por todos los colegios electorales del país.

La única sombra sobre las elecciones la constituye la herida abierta de Kosovo, que, al menos según la ley, es una provincia de Serbia. Cuando faltan tres días para la elección, todavía no se sabe en qué condiciones podrán votar los pocos serbios que quedan en Kosovo. Se trata de que sólo se vote en aquellos lugares donde no corran peligro.

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