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2004: Europa, cuestión interna

Andrés Ortega

El debate de cara a 2004 en la Unión Europea no va a ser ya sólo una cuestión entre Gobiernos, sino dentro de cada país. Si Alemania abre el melón de delimitar de forma "más precisa" el reparto de competencias entre la Unión y los Estados es porque Schröder quiere resolver la cuestión de los Länder, cuyas atribuciones, según algunos estudios, se ven afectadas en un 80% o más por las decisiones tomadas en Bruselas. Es un debate al que ningún país escapará, aunque se origine en Alemania, y esté hasta cierto punto diseñado para hacer más compatible la UE con la estructura política federal alemana, frente a una construcción europea que, en el pasado, había sido más francesa, como se puso de manifiesto en el II Foro de Diálogo España-Italia celebrado en Barcelona.La integración europea puede cambiar y cambiará los procesos de descentralización de cada Estado, pero no debe llevar a vaciarlos. Hay que encontrar soluciones para que las regiones -en Alemania, en España, en el Reino Unido- participen tanto en la elaboración de la voluntad del Estado hacia arriba como en la aplicación de las decisiones de la UE hacia abajo y en su gestión. El debate va a ser aún más profundo en la medida en que, como se ha acordado en Niza en la Declaración sobre el Porvenir de la Unión, participen "todas las partes interesadas", no sólo las habituales en la UE, sino "los representantes de los Parlamentos nacionales y el conjunto de la opinión pública"; a saber, el entorno político, económico, universitario, la sociedad civil, etcétera; es decir, que puede escapar a los Gobiernos.

El formato se decidirá en diciembre de 2001, y probablemente nada se moverá hasta después de las elecciones francesas y alemanas en 2002. Pero de algo no hay duda alguna: el reparto de competencias entre la UE y los Estados -los británicos nos quieren meter su vocablo devolution; otros mantienen el de la "subsidiariedad"- convierte el debate en la UE en un asunto interno en cada país. Lo cual, si se lleva mal, puede resultar desastroso, mas si se enfoca bien, puede ser dinamizador no sólo porque elimine zonas grises, que siempre las habrá, sino porque permitirá aumentar el control político y democrático sobre tales áreas, y porque servirá para debatir en profundidad qué debe hacer y qué no debe hacer la Unión Europea. Ahora bien, el debate sobre la articulación de los poderes locales en este conjunto lo debe hacer cada país. Europeizarlo puede complicarlo en un grado excesivo.

¿Y España? El propio Aznar, según las notas que se han publicado de alguna de sus intervenciones, señalaba en Niza que "abrir este debate a nivel europeo provocaría problemas en España como efecto reflejo. Hablar de reparto de competencias me plantea problemas". No, no es un efecto "reflejo". Es que la integración europea es, cada vez más -hay que insistir en ello-, un asunto interno. Tras Niza, se anuncian, pues, unos años de articulación del debate sobre los niveles de competencias, lo que puede llevar a un debate constitucional sobre cómo la España de las Autonomías se engarza en Europa. En la reunión hispano-italiana, el ex presidente del Tribunal Constitucional, Álvaro Rodríguez Bereijo, consideró -autoriza su cita- que "esta propuesta, sin una cláusula de salvaguardia, puede abrir una crisis constitucional en España", pues Alemania está en mejores condiciones de afrontar este debate al ser un sistema federal constitucionalizado, mientras que en España, el Estado de las Autonomías es un sistema abierto. Se puede abrir aún más. O, por el contrario, puede ser la ocasión de resolver algunos problemas pendientes, a comenzar por la siempre aplazada reforma del Senado. Esta Cámara, convertida en autonómica, podría ser uno de los cauces -no el único, desde luego- para resolver estas cuestiones competenciales. España puede llegar a la próxima cita europea de 2004 con la cuestión autonómica abierta por diversos costados, o, por el contrario, resuelta. Más vale lo segundo.

aortega@elpais.es

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