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El puzzle europeo

Quienes en los años 50 impulsaron la creación de un Mercado Común Europeo no podrían imaginar siquiera la compleja problemática a la que hoy se enfrenta la, desde hace unos años, Unión Europea. Concebida como un freno a las seculares disputas franco-alemanas, y como un espacio de cooperación capaz de hacer frente a la influencia soviética en el llamado viejo continente, la integración europea se construyó, más allá de la retórica sobre una entonces más que improbable unión política, sobre la base de los Estados como las únicas piezas del puzzle. Quizá nadie imaginaba entonces que los propios Estados, auténtico fundamento de la integración, podían acabar convirtiéndose en el principal obstáculo para su avance. Porque esto, y no otra cosa, es lo que una vez más se ha puesto de manifiesto en la última cumbre de Niza.En una época en la que el modelo keynesiano de intervención estatal era el fundamento del funcionamiento económico, la integración adquiría las características de un lento proceso de armonización, de manera que las importantes restricciones y regulaciones existentes en cada país no colisionaran con las necesidades derivadas de la unión aduanera y de una política comercial unificada frente al resto del mundo. Sin embargo, la irrupción del nuevo paradigma liberal a finales de los 70, y sobre todo la rápida liberalización del movimiento de capitales, vino a poner -tal vez antes de lo previsto- las auténticas necesidades del mercado en el núcleo del debate. Planteó en toda su crudeza el conflicto existente entre la defensa del libre mercado -aunque sea a escala comunitaria- y los intentos de controlar el mismo desde los gobiernos de unos estados nación cuyo fuerte arraigo social y político no se corresponde con su cada vez menor significado económico.

En la actualidad, los dirigentes políticos de los principales estados europeos se encuentran frente al dilema de responder ante sus electores y sus respectivas opiniones públicas, o favorecer un mercado más dinámico a escala comunitaria y una efectiva protección europea de los derechos de las personas. El nacionalismo sigue dando votos, y cualquier supuesta dejación en la defensa de los llamados intereses o símbolos nacionales -llámense Gibraltar, la "grandeur de la France", la libra esterlina, u otros- puede ser hábilmente aprovechada por la oposición para pasar factura. La contradicción es evidente: nuestras vidas están cada vez más delimitadas por las normativas y directrices comunitarias, pero sin embargo los estados nación siguen siendo el ámbito fundamental en el que se ejerce la representación política. La Comisión Europea gestiona, pero los gobiernos nacionales deciden su margen de actuación. Otorgar más poder a la Comisión y al Parlamento europeos sería tanto como reconocer el declive de los estados nación como fundamento básico de la unión.

Salvada in extremis la cumbre de Niza, los dirigentes europeos han dejado para el 2004 la decisión sobre los ámbitos competenciales, es decir sobre qué asuntos competen a la Unión y cuales a los Estados miembros. Lo que no sabemos es si ello implicará también que los gobiernos nacionales dejen de interferir en aquellos asuntos que se consideren de ámbito comunitario, trasladando toda la capacidad de decisión sobre los mismos a la Comisión y al Parlamento europeos. Sin embargo todo indica que no será así, y que el proceso de integración europea seguirá debatiéndose entre las necesidades de regulación de un mercado único y los intereses de corto plazo de los gobiernos nacionales.

Porque reconocer lo contrario, asumir que hay competencias comunitarias en las que los gobiernos nacionales no deberían interferir, significaría a su vez aceptar que, una vez que la moneda, la política exterior y de defensa, y la legislación económica básica dejen de ser asuntos propios de los estados nación, el conflicto competencial se traslada hacia abajo, hacia la gestión de la atención sanitaria, de la educación, de la cultura, o del deporte, asuntos todos ellos en los que los entes subestatales -llámense comunidades autónomas, länder, o regiones- tienen bastante que decir. Pero eso representaría modificar las fichas del puzzle.

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