Djalminha resuelve y complica

Así es el drama del artista adolescente: genial en sus creaciones, incontrolable en su temperamento. Y así es Djalminha, a quien Riazor ya se ha acostumbrado a adorar en sus arranques de genio y a disculpar en sus arrebatos de mal humor. Porque, para bien o para mal, los partidos siempre llevan inscrito de algún modo el nombre del brasileño, que muchas veces es la solución, pero algunas también el problema. Anoche arregló un primer tiempo muy complicado para su equipo con un maravilloso pase de gol a Makaay. Pero luego se cogió un berrinche incomprensible por un saque de banda y se fue a la caseta con la segunda parte recién comenzada. El Rayo, que ya había salido sin complejos, se metió el choque en el bolsillo y se quedó a un palmo del triunfo.Tan concentrado está el ruido mediático en los equipos de siempre que casi se pasan por alto hazañas como la de este Rayo. De los de Vallecas no deben esperarse grandes detalles artísticos, y, sin embargo, el equipo de Juande Ramos es un ejemplo de la belleza que encierra lo simple. No intenta hacer más de lo que sabe, pero lo que hace le sale muy bien: derrochar esfuerzo para entorpecer los movimientos del contrario y salir a tumba abierta cuando roba el balón. De ese modo, el Rayo prolonga en la cancha el espíritu de equipo de barrio, esa camaradería de pandilla que se reúne para jugar al fútbol con el mismo descaro y la misma energía que si formase un grupo de rock and roll.

El Rayo se presentó en Riazor, rasgueó la guitarra y los decibelios ensordecieron al actual campeón. Por poco, el Deportivo hasta se queda sin tímpanos, porque, al cuarto de hora, Bolic en dos ocasiones y Míchel en otra estuvieron en un tris de enchufar el gol. El Deportivo tardó en recobrarse y, cuando lo hizo, no se sacudió del todo el aturdimiento. Hasta que el empeño del Rayo sucumbió a lo imprevisible, que en Riazor lleva el nombre de Djalminha. Vio a Makaay que se desmarcaba, miró hacia otro lado y, a la media vuelta, metió un zurdazo con una leve rosca que se pegó a la bota del holandés para que éste resolviese con solvencia marca de la casa.

En la segunda parte entró Bolo. El Rayo pasó a jugar con dos puntas pero -paradoja- no pisó el área. Ni siquiera cuando Djalma dejó a sus compañeros a los pies de los caballos. Hasta que Bolic sacó provecho de un córner: uno se creció, el otro se encogió y el Depor acabó el partido bajo el diluvio del Rayo, que tuvo ocasiones de todos los colores. Hasta remató al palo en el minuto final.