La cochinilla
Escasean las cochinillas en las montañas valencianas. Proliferan, eso sí, los arañazos y heridas que la acción humana produce en la corteza de nuestras colinas y montes. Los cerros que protegen la Plana de Castellón del gélido viento del norte están marcados por dentelladas en la piedra de sus laderas, que sirvieron o sirven como canteras. La umbría que desde Sant Joan de Moró a Vilafamés, en las estribaciones litorales, fue hasta no hace mucho una zona salpicada de matorral y humildes manantiales; hoy ofrece al caminante un aspecto desolador, volcánico y rojizo, porque las minas de arcilla y las lluvias torrenciales hicieron su agosto en un paraje simpar: erosión causada por la mano del hombre, y légamos de la tierra que ya no están. Hay que adentrarse por sendas abruptas para contemplar la pena en nuestro patrimonio natural; el conductor que circula por las estrechas carreteras comarcales apenas intuye el artificial cráter volcánico que se esconde detrás de unos maltratados pinos. Los vehículos tampoco descubren la aridez y sequedad que el desarrollo sin limitaciones llevó a las laderas de nuestras montañas. Desaparece el brezo y el madroño; escasea la humedad y la cochinilla no encuentra alojo. El insecto buscó la humedad de una piedra en la vertiente marítima de nuestros montes, y abundó en las laderas del poniente, más frondosas y menos castigadas por un sol mediterráneo de justicia. La cochinilla -se me olvidaba, vecinos- enriquece la superficie del suelo, y es una criatura ahovada que se multiplica de forma increíble; mide uno o dos centímetros de largo y es de color ceniza. Cuando se la roza, se convierte en una bolita, y por estas comarcas castellonenses se la conoce popularmente como ramonet. Una agresión a la montaña es casi siempre una agresión al ramonet.Salvar la cochinilla es, pues, tanto como salvar el monte. Y salvar el monte es tanto como salvar la capacidad del mismo para captar los recursos hídricos, la vegetación y el paisaje. Eso, al menos, vinieron a decir los sesudos varones que estos días se reunieron en un congreso sobre El monte mediterráneo y los ciclos vitales asociados. Allí se habló de desertización, de programas de reforestación, de matorral y carga de acuíferos, de aprovechamiento del monte y conservación de recursos. Se habló, incluso, de nuevas máquinas y tecnologías que pueden ayudar a la conservación del monte, de la naturaleza y de la cochinilla.
Quizás también ayude a dicha conservación el PORN, es decir, el Plan de Ordenación de Recursos Naturales, que intenta proteger la Serra d'Irta, y que ha elaborado la Administración autonómica valenciana. La Serra d'Irta, entre Peñícola y Torreblanca, es de las escasas estribaciones que se salvaron, hasta ahora, del desarrollismo sin control. Pero al PORN, como a la cochinilla, ya le han salido enemigos: el encargado de Medio Ambiente en la provinciana Diputación de Castellón, Vicent Aparici, del Partido Popular, ya habla de que el Plan impedirá el cemento, o lo que es lo mismo el desarrollo urbanístico y turístico desaforado en la zona. Ese desarrollo, que se ha visto hasta la fecha, se ve y, si el PORN no lo impide, se verá. Toda una paradoja y sarcasmo que el provincial responsable del Medio Ambiente no sea el adalid en la lucha por la supervivencia de la cochinilla. Tan humilde ella, tan dócil y tan callada como esa sierra linda que es la d'Irta.
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