_
_
_
_

"Ramadán karim"

Musulmanes de diversos orígenes conmemoran a su manera el mes sagrado del Islam en Granada

Fue en el noveno mes del calendario lunar, en el mes de Ramadán, cuando El Corán le fue revelado a Mahoma. Desde entonces, millones de musulmanes en todo el mundo lo conmemoran de un modo: privándose de comer y beber en un mes durante todo el tiempo que brilla el sol para comprender con su cuerpo lo que sienten quienes no tienen nada. En Granada, la presencia cada vez mayor de musulmanes hace que el Ramadán -y, sobre todo, el aire festivo que se despierta al caer la noche- tenga una notable incidencia. También que la mezcla de culturas suavice el rigor religioso."El Ramadán es nuestro mes sagrado, el mes en que un musulmán debe pensar más en los demás que en sí mismo", dice Mostafa Bakkali, un agradable músico tangerino que vive en España desde hace 15 años y que jamás dejó de practicar el Ramadán. "Es el mes de la paz, el del reconocimiento de los pobres, el parón que debemos hacer para aparcar los sentimientos físicos, no hablar mal de nadie y dedicarnos a la limpieza corporal y espiritual".

Bakkali reconoce que le cuesta más practicar el Ramadán en España que en Marruecos. "Allí el ambiente es más propicio", dice, "porque nadie come, nadie fuma y se suavizan los horarios. Al caer la noche, no ves a nadie en la calle, porque todos están comiendo, pero luego es una fiesta".

La caída de la luz, cuando ya no se puede distinguir un hilo blanco de uno negro, marca el final del ayuno. Es el momento de los dátiles con leche, de la harira, la sopa marroquí, semejante a un guiso, que incluye tomate, garbanzos, carne de ternera, cebolla, de todo. En las calles bajas del Albaicín, sobre todo en Calderería, donde se concentran los restaurantes árabes, el ambiente es casi como el de una calle de Tetuán.

Sin embargo, al igual que sucede con la Navidad cristiana, no todos los musulmanes practican el Ramadán a rajatabla. El asedio de Sarajevo, con sus matanzas étnico-religiosas, hizo que el bosnio Almir Methadzovic, hijo de un musulmán y una cristiana, dejase de creer en las religiones. "El nacionalismo hizo que la gente acudiera a la religión como una forma de buscar la identidad, y pasó lo que pasó", dice. "Durante la dictadura comunista, la religión estaba reprimida. Fue con el crecimiento del nacionalismo cuando la gente empezó a hacerse más estricta en lo religioso. Hasta entonces no importaba que una musulmana estuviese con un serbio".

Methadzovic, que tuvo que huir como refugiado a Croacia, vio verdaderas vilezas en los dos bandos. "Los serbios tenían más armas y hacían más barbaridades, pero los musulmanes bosnios también cometieron muchos crímenes". Desde entonces, la religión ha dejado de interesarle.

Ilham Yakoubi, una marroquí de Casablanca, practica el Ramadán, pero a su manera. "Lo haré durante unos días, luego ya veré", dice. Es una musulmana muy crítica con los aspectos de su religión que no le gustan. "Siempre dicen que, si no haces el Ramadán, lo pagarás", dice. "Ningún cristiano lo hace y no veo que les pase nada malo". "El Ramadán lo debe hacer uno para él mismo, no porque te digan que debes hacerlo. A mí no me gusta porque, si no lo haces, te miran como un bicho raro o hablan mal de ti. Eso es hipocresía".

Con ella coincide Layla, una chica de origen indio que considera que se trata de una costumbre establecida en un tiempo que ya está superado. "Es algo que se creó en una época en la que se requería mucha disciplina", dice. "Este tiempo es diferente". El Ramadán tiene sus voces críticas, como la Navidad. Unas voces que se despiden, sin embargo, diciendo "Ramadán karim: que tengas un generoso Ramadán".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_