"Escuchando se aprende"
Entre todos sus saberes, maestro, licenciado en Psicología y entrenador de fútbol, Gregorio Manzano (Bailén, Jaén, 1956) apela al "sentido común" como la mejor terapia para salvar al Racing, penúltimo en la tabla, con sólo dos victorias, cuatro empates y siete derrotas. Curtido en equipos de la Segunda División (Úbeda, Villanueva, Jaén, Martos, Talavera y Toledo), el sustituto de Andoni Goikoetxea es un profesional acostumbrado a trabajar con los de abajo, es decir a navegar contra corriente y en medio de las mayores dificultades. Por eso no le asustan los temporales que azotan en la actualidad a la ciudad de Santander y al Racing. Maestro de saberes populares, espera que, tras la tempestad, llegue la calma. En Valladolid vivió una situación semejante. A estas alturas de la Liga, el cuadro vallisoletano ocupaba el puesto 18º, pero al final se clasificó el octavo, su tercera mejor clasificación. ¿Por que no se puede repetir la historia en Santander?Pregunta. ¿No teme los malos vientos del Norte, usted, un hombre del Sur, aunque sea de Bailén, tierra de héroes?
Respuesta. La vida enseña a capear los temporales, a esperar a que los vientos amainen. Tras la tempestad llega la calma, que es el momento de empuñar el timón y de poner rumbo hacia la sensatez y la cordura.
P. ¿Cómo ha encontrado al Racing? ¡Cuál es el mal que aqueja al cuadro cántabro?
R. Todavía es pronto para formular un diagnóstico preciso. Si ya tuviera la respuesta, sería fácil mi trabajo. A grandes males, grandes remedios. Antes que nada, como cuestión previa, es necesario abandonar las actitudes negativas, no ver sólo el lado oscuro de la realidad. Así no se llega a ninguna parte. El pesimismo por el pesimismo no sirve para nada. Con serenidad y equilibrio, sin perder los nervios, se puede salvar la situación.
P. ¿No ha percibido en el equipo una especie de sensación de orfandad por la ausencia de Salva y Munitis, los dos pilares de la pasada temporada?
R. Salva y Munitis fueron los hijos mayores que se fueron de la familia racinguista porque encontraron un trabajo mejor. Pero en el Racing hay otros jugadores que pueden llenar el vacío dejado por ellos.
P. ¿Cómo se curan los males del fútbol? ¿Existe alguna receta especial?
R. En el fútbol no existe la panacea universal. Pero muchos errores se solucionan con sentido común, el que dicen que es el menos común de los sentidos. Es preciso establecer una evaluación previa. Luego, los entrenadores deben infundir confianza, ilusión, carácter, cohesión... Hay tantas cosas, no sólo relacionadas con el juego, que el preparador debe transmitir...
P. Usted dialoga con los jugadores, los hace preguntas a través de cuestionarios, se interesa por sus problemas... Diríase que el psicólogo freudiano prevalece sobre el entrenador de fútbol.
R. No sé quién prevalece sobre quién, pero escuchando se aprende. Hay que escuchar los sentimientos del jugador; una persona que, por muchos ceros que tenga en su ficha, tiene problemas, inquietudes y angustias como todo el mundo.
P. ¿Y quién anima y tranquiliza a los técnicos? ¿No siente miedo ante la próxima visita del victorioso Alavés?
R. El entrenador es ese hombre obligado a decidir en solitario, a sopesar las causas y los efectos de sus decisiones. Para realizar con eficacia este trabajo de plena responsabilidad personal, un preparador de fútbol necesita un gran equilibrio psicológico. De lo contrario, fracasará ante la presión exterior que ha de soportar.
P. ¿Empleará en el Racing las mismas armas que le dieron tantos éxitos en el Valladolid?
R. No me gustan los planteamientos rígidos, prefiero la flexibilidad. Siempre apuesto por un 4-4-2 como dibujo base. A partir de ahí pueden surgir otras variantes tácticas. Depende de las circunstancias. Ellas son las que mandan. En el Valladolid viví una situación parecida. A estas alturas de la Liga, el equipo ocupaba el puesto 18º. Sufrí en mi carne una situación angustiosa. Pero, al final, ascendió a la octava posición. Espero que se repita la historia en Santander, si bien la plantilla y el entorno no son los mismos.
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