Comienzos espinosos

Como los novilleros que empiezan, que tienen que pagar los astados de cada lidia, muchos actores recién salidos de la Escuela de Arte Dramático han de costear hasta el alquiler de las tablas sobre las que dan sus primeros pasos teatrales. Algo así les ocurre a las cuatro integrantes de la compañía El Tercer Gesto -Sara Tejera, Blanca Nicolás, Ana Belén Serrano y Lidia Palazuelos-, que llevan un año tirando de amigos, ahorros y descaro obligado para dar a conocer un montaje propio, Carrusel.La necesidad les ha obligado a ejercer de secretarias, relaciones públicas y hasta de costureras para recortar los gastos al máximo. "Hicimos la locura de hacer una presentación como si se tratase de un gran estreno y enviamos más de cien cartas a productores, distribuidores, gente de la prensa y salas de teatro, de las que pagamos los sellos, los sobres, las fotocopias y la imprenta", recuerda la autora del texto, Sara Tejera.

Y el resultado fue descorazonador: la sala Alfil estaba a rebosar, sí, pero de amigos, conocidos, gente del barrio y jóvenes atraídos por el proyecto, que aplaudieron a rabiar. Sin embargo, faltaban los críticos, los productores, los gerentes teatrales y, en suma, cualquiera que les hiciera atisbar un futuro sin estrecheces económicas. "De la gente que convocamos, sólo acudieron cuatro, y después de hacer un seguimiento supimos que ni siquiera eran los titulares de las cartas", lamenta Tejera.

Lejos de desanimarse, el cuarteto de actrices decidió poner más empeño en la causa. Sara escribe por las mañanas y consagra las noches a poner copas en un bar. "Siempre he dicho que casi todos los camareros de los garitos del centro de Madrid somos actores esperando su oportunidad", ilustra. Blanca imparte clases de teatro en centros culturales y colegios, y saca tiempo para trabajar como animadora en el Parque de Atracciones. Ana Belén sobrevive a base de pequeñas apariciones en la televisión y bolos "por ahí". Por último, Lidia compagina los desvelos de El Tercer Gesto con la participación en otra compañía de teatro y, cuando le flaquean los contratos, también sirve copas en un bar. Además, tienen que buscar tiempo y sitio para ensayar Carrusel, cosa que ahora no hacen. "En estos días no podemos ensayar porque nos dedicamos a vender el espectáculo; de hecho, la última factura de mi teléfono móvil fue de 28.000 pesetas, que tengo que pagar yo, claro", se queja.

Pese a todo, a las cuatro artistas no les tiembla el ánimo ni la voz, y se confiesan "muy animadas". ¿El motivo? "El amor al teatro y las ganas de ver cumplido el sueño de poder vivir de esto". "No nos hemos dado un plazo. Ya veremos qué hacemos cuando tengamos 40 años", ironizan. De momento, tienen concertadas dos representaciones en Alcalá de Henares para febrero, apalabradas algunas más y nuevos fichajes en la compañía. "Debe de ser la fuerza de atracción del grupo", presumen, "porque aquí llega gente dispuesta a trabajar sin cobrar".