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Los roquistas se retiran de la primera línea política de Convergència Democràtica

Francesc Valls

El roquismo está pasando a mejor vida en Convergència (CDC). Una importante nómina de dirigentes que se identifican con Miquel Roca, que fue secretario general de CDC, está a punto de llegar a la jubilación voluntaria. Uno de los últimos representantes de este sector -que se caracteriza por su moderación nacionalista y por su intervencionismo en política española- está dispuesto a abandonar: Joaquim Molins, presidente del grupo de CiU en el Ayuntamiento de Barcelona ha tirado la toalla, no repetirá como candidato a la alcaldía y estudia ofertas del sector privado.

Molins se ha sentido sin el respaldo de la dirección del partido después de que ésta haya dado luz verde para que un concejal barcelonés que se declara independentista, Joaquim Forn, opte a la presidencia de la federación de Barcelona. Los roquistas -o quienes se agrupan tras esta etiqueta- no suscitan precisamente entusiasmo entre una militancia que ha dado rienda suelta a su pasión soberanista, prácticamente desaparecida de escena en el periodo en que Roca asumió la secretaría general de Convergència Democràtica. Molins tiene, pues, la batalla perdida y, de no presidir la federación que pretende, anuncia que no repetirá como candidato a la alcaldía de Barcelona.El actual jefe del grupo municipal de CiU hizo ya una campaña lastrada. Sólo pudo colocar a dos personas de su confianza en la lista para las pasadas elecciones municipales: se trata de la abogada independiente Magda Oranich y el ex consejero de la Generalitat Josep Miró Ardèvol. El resto de la lista, incluido Oriol Pujol Ferrusola, quinto hijo del presidente de la Generalitat, o el propio Joaquim Forn -su ahora competidor en la federación de Barcelona- le fue impuesto vía partido.

Roca apoya a Mas

Con la marcha de Molins -ahora o dentro de un par de años- se retira de escena el último representante del roquismo con un puesto de poder. Ya no quedan consejeros roquistas en el Gobierno de la Generalitat ni en cargos relevantes de los parlamentos catalán, español o en el Ayuntamiento de Barcelona. Tan sólo sobreviven Josep López de Lerma, vicepresidente quinto del Congreso de los Diputados; la ex consejera de Gobernación Maria Eugènia Cuenca, integrada en la ejecutiva de CDC surgida del congreso del pasado mes de noviembre, con un importante voto de castigo, y el diputado Ignasi Guardans, que se ha convertido en la voz crítica respecto a la actual línea del partido.A esta precaria nómina de dirigentes, se une el hecho de que la plataforma que reúne a los supervivientes de esa línea política -Catalanisme i Progrés- está haciendo agua: hay deserciones y el compromiso flaquea. Y no es extraño: el propio Miquel Roca hizo el pasado mes de septiembre un acto de apoyo público hacia Artur Mas, nuevo secretario general de Convergència, lo cual deslegitimó en la práctica cualquier alternativa que los roquistas pudieran llegar a presentar en el congreso del pasado mes de noviembre. Hubo incluso algunas informaciones que apuntaban a Josep López de Lerma como candidato roquista a la secretaría de organización. Pero todo quedó en un conato de rebelión. Son pocos en el partido quienes se atreven a plantar cara a un poder que se reviste con el discurso soberanista, aunque luego y de forma habitual practique una política de pacto de sangre con el Partido Popular.

"El roquismo no está acostumbrado a vivir sin el poder", asegura un representante del ala soberanista del partido. "Lo cierto es que en los últimos años ha habido una renovación y muchos han desaparecido de escena, pero nadie ha matado a ningún roquista; no ha habido ningún killer", apuntan desde la cúpula de CDC. "Se han estrellado ellos solos", apostillan. El principio del fin del roquismo se inició con la llegada de Pere Esteve a la secretaría general de CDC. Desde entonces, el partido se instaló en un discurso soberanista y comenzó la retirada de roquistas de la primera línea.

"De hecho, Molins se postuló como alcaldable de Barcelona en 1999, y de haber logrado su objetivo se hubiese convertido en un serio competidor para el propio Mas en la carrera sucesoria de Pujol o como secretario general del partido", señala la citada fuente.

Los roquistas, en cambio, consideran que han sido objeto de operaciones condenadas al fracaso de antemano. "Roca fue un hombre al que Pujol siempre miró con recelo", asevera un roquista.

Con todo, resta la incógnita de quiénes integrarán la nueva comisión permanente del partido -el sanedrín- y ahí no se descarta que Pujol quiera contar con la presencia de algún dirigente histórico.

Vicens Gimenez

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