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FINAL DE LA COPA DAVIS La gran cita del tenis español

El austero reposo de los 'aussie'

El equipo australiano pasa desapercibido en un hotel situado a tiro de piedra de Montjuïc

Àngels Piñol

Se levantan, cogen la raqueta, matan las horas en el hotel con sus familias y, como única diversión, salen cada noche a cenar. Y vuelta a empezar. "No hacemos nada más", asegura John Newcombe, el capitán de Australia, vestido, como sus jugadores, con el chandal verdiamarillo que tanto recuerda a la selección brasileña de fútbol. Ni han pedido suites ni el torreón con grandes vistas sobre Barcelona. Tras disfrutar quince días de la selecta urbanización marbellí de Puente Romano, recomendada a Newcombe por su amigo Manolo Santana, los aussies han optado en Barcelona por la austeridad. Lejos del lujo de la Diagonal -allí viven los españoles- o de las torres de la Villa Olímpica pegadas al mar, el equipo australiano vive en el hotel Plaza, en la plaza de España, para no perder de vista Montjuïc. Apenas tardan cinco minutos en recorrer, en los coches oficiales apostados ante el hotel, el kilómetro de montaña hasta el Sant Jordi. No pierden tiempo. Todo muy profesional y muy serio.Y muy sereno. Ni rastro de fans ni cazaautógrafos. Rafter, considerado por la revista People como uno de los diez hombres más atractivos del mundo, no sufre el menor acoso. Rafter, el odiado Hewitt y el dobles formado por Woodforde y Stolle, pasan desapercibidos en medio de la vorágine automovilística de la plaza que apenas aprecia algo cuando observa a cámaras australianos, muy a la americana, realizar conexiones.

Sin rasgos de divismo y sin manías culinarias propias de los futbolistas, los aussies solo exigieron nada más llegar una cosa: desayunar a diario parridge, una suerte de cereales de avena ricos en fibra y bajos en grasa prepados en papillas. Esa ha sido, según Josep Balmanya, el director del hotel, hijo del famoso futbolista y comentarista radiofónico, su única exigencia y es sólo entonces cuando, en un salón privado, el equipo formado por 14 personas preserva su intimidad. Y luego a esperar la final en paz. Tanta, que hasta Hewitt y su novia, Kim Clijsters, una tenista belga de 17 años con un prometedor futuro, levantaron la cabeza de la ensalada que comían en un salón vacío asombrados por despertar miradas de curiosidad.

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