Miedo a equivocarse
Escarmentado como está, el barcelonismo ha acogido con cautela el despertar del equipo en la segunda parte de Balaídos tras un primer tiempo que invitaba a tomar decisiones. Nadie se atreve todavía a asegurar que el partido de Vigo marcará el punto de inflexión del Barça porque sus idas y venidas han sido tantas que el club es presa del desconcierto.¿Falta un portero?, ¿es necesario un ariete?, ¿no sería mejor contratar un defensa tal y como está de descompensada la plantilla?... Las preguntas sobre los jugadores se suceden a cada partido mientras se da cuerda al entrenador con una política de gestos y una credibilidad tan sospechosa que, más que tener confianza, parece gozar de una amnistía, cosa imprudente, pues si se duda sobre el presente dificilmente se planificará el futuro. En Vigo, el técnico tiró por las bravas y acabó el encuentro con una alineación más acorde con la naturaleza de la plantilla. La disposición en la cancha y el nombre de los futbolistas induce a pensar que el cambio es más profundo que en ocasiones anteriores cuando se intentó corregir problemas parecidos.
Hasta el partido de Vigo cambiaban los jugadores, se pasaba de defender con tres a hacerlo con cuatro y se apelaba a la hombría más que al fútbol. En esencia, sin embargo, se mantenía el estado de las cosas: una creciente dependencia de Rivaldo; un posicionamiento discutible de Simão y Overmars, convertidos en carrileros dispuestos a tragarse 40 metros en cada jugada, y un nudo en la delantera, donde los dos puntas se intercambiaban con tanta frecuencia que hoy Dani y Alfonso parecen más ausentes que presentes.
El 3-2-3-2 o el 4-2-3-1 se alternaban con subidas y bajadas sin encontrar un punto de equilibrio pese a la generosa aportación de Xavi, cuya titularidad en Anoeta resultó tan refrescante como la entrada de Guardiola el sábado. El problema no estaba sólo en el medio centro, si bien el ascendiente de Guardiola es superior al de Xavi, sino en la ubicación de Simão y Overmars. A la que se arrimaron al córner, cuando ejercieron de extremos y no de volantes, el equipo se fue arriba, tomó aire y pareció el reconocible de siempre: generoso en las dos porterías. A juzgar por lo sucedido en Vigo, el Barça se reencontró en el campo cuando dispuso una defensa de cuatro, con ayudas de los laterales y centrales a la línea de medios; un doble pivote, imprescindible si se alinea a Rivaldo de media punta, por detrás de Kluivert, y dos extremos y un ariete.
Puede que la nueva propuesta quede nuevamente superada el próximo jueves contra el Brujas. Al fin y al cabo, hay quien cree que el equipo no tiene arreglo por veterano, por estar de vuelta de muchas cosas y falto de ilusión. La provisionalidad de muchos puestos y cargos y la falta de competencia en otros tampoco ayuda. Pero, a falta del catecismo del Deportivo y el Valencia, que comienzan el equipo por la defensa, por la propuesta de Vigo se diría que el Barça pareció que se comprometía a jugar al ataque. Que ya es alguna cosa. Al menos, habría perdido el miedo a equivocarse.
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