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Falsa unanimidad

Hace algo más treinta años recuerdo que vi una película, Regreso a Peyton Place, que terminaba con una asamblea local en la que todos los presentes votaban a mano alzada la propuesta del presidente de la asamblea con la que se pretendía poner fin al escabroso asunto que había sido desarrollado a lo largo de la película y que había provocado una intensa división en el seno de la población. Todos los asistentes menos uno votaban con alivio a favor de dicha propuesta. Al ser interrogado el discrepante por el motivo de su discrepancia, respondía: no me gusta la unanimidad, porque no es democrática. Con la risa de todos los presentes ante esta salida de tono acababa la película. Eran tiempos de guerra fría y no se podía dejar pasar ni una sola oportunidad para subrayar la diferencia entre el mundo occidental y el que no lo era.Es el recuerdo que se me ha venido a la memoria al ver la votación del informe de gestión del secretario general saliente del PSOE en el 9º Congreso Regional de Andalucía. 546 de 547. Como en la asamblea de Peyton Place, todos menos uno.

A diferencia de lo que ocurría con el protagonista de la película, que exteriorizaba el motivo de su discrepancia, en este caso no sabemos cuál es la razón por la que un congresista se abstuvo de votar favorablemente el informe de Manuel Chaves. Pero sea la que haya sido, no puede ser de naturaleza muy distinta de la de la película. Uno frente a 546 no puede tener ninguna razón política de peso. Puede tener una razón personal, pero no una razón política. Al menos, en circunstancias normales, es decir, cuando no estamos ante circunstancias dramáticas, en las que a veces una discrepancia exclusivamente individual sí puede tener un significado político. Pero está claro que esa no es la situación en la que se está celebrando el 9º congreso. De ahí que, políticamente, se pueda afirmar que el informe de gestión de Manuel Chaves ha sido aprobado por unanimidad.

Me consta que la unanimidad se ha alcanzado con buenas artes o, mejor dicho, sin malas artes. No ha habido un control férreo del proceso de selección de los delegados al congreso que hiciera imposible la más mínima discrepancia. Si lo hubiera intentado haber, seguro que no se habría podido alcanzar dicho resultado. Tal como está el patio socialista, no hay dirección que puede garantizarse la unanimidad. Si esta se produce, es porque sale espontáneamente y no porque haya sido cocinada.

Y sin embargo, esta unanimidad, como todas las unanimidades, es falsa. Como ya indicó James Madison, cuando a finales del siglo XVIII se iniciaba la discusión sobre el lugar de los partidos políticos en el Estado constitucional, la unanimidad sólo se puede alcanzar cuando todos piensan lo mismo porque todos tienen el mismo interés, es decir, nunca. De ahí la imposibilidad del partido único, por un lado, y la imposibilidad de la unanimidad en el interior de un partido en cuanto éste deja de ser una pandilla y se convierte en un auténtico partido. En cuanto una comunidad pasa de una dimensión mínima, la unanimidad es imposible. Cuando se produce, no es porque todos estén de acuerdo, sino que se produce porque lo que se está decidiendo es irrelevante. La unanimidad en política no es expresión de acuerdo, sino de indiferencia.

Y esto es exactamente lo que ocurrió el viernes en la votación del informe de gestión del secretario general saliente del PSOE en Andalucía. Los delegados al 9º congreso sabían que la sesión del viernes era una sesión de trámite, en la que no se decidía nada. No había habido reservas a la gestión de Manuel Chaves en las asambleas provinciales para la elección de los delegados y no había emergido nadie que aspirara siquiera a que su nombre se tomara en consideración para la Secretaría General de cara al futuro. En esas condiciones, la aprobación de la gestión del secretario general caía por su propio peso. No había ni un solo motivo para que nadie votara en contra. Y por eso, nadie lo hizo.

Pero eso no quiere decir que la unanimidad alcanzada el viernes no siga siendo falsa. Quiere decir simplemente que las reglas de la competición política en el interior del PSOE en Andalucía no están claras y que todo el mundo va a tener que andar con mucho cuidado mirando dónde pisa.

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O dicho de otra manera, lo que ocurrió el viernes en el 9º congreso socialista fue el equivalente de la "ceremonia inaugural" de los Juegos Olímpicos, en la que todos los deportistas pasean juntos por la pista sin competir entre ellos. En ese día no se disputan pruebas ni se ganan o pierden medallas. Todo son saludos y gestos de confraternización. La competición viene después. Y la intensidad del enfrentamiento es enorme, sobre todo cuando se pasan las rondas de clasificación y se llega a la final.

Esto es lo que con seguridad ha ocurrido ayer sábado y, sobre todo, en la noche del sábado al domingo, cuando se hayan empezado a discutir los integrantes de la futura comisión ejecutiva y se hayan empezado a prefigurar las relaciones de fuerza a escala regional y la influencia que tales relaciones puedan tener ulteriormente en cada una de las provincias. Y es lo que vamos a tener ocasión de comprobar en el día de hoy cuando se produzca la votación de la comisión ejecutiva por parte del congreso.

Creo que se puede pronosticar que en el 9º congreso andaluz no se va a repetir el resultado de los recientes congreso socialistas en Madrid y en el País Vasco. Una cosa es que la unanimidad del viernes sea falsa y otra que no signifique nada. Significa que hay en el partido una autoridad indiscutida. Y eso tiene que notarse en la elaboración de la ejecutiva y en su aceptación por los congresistas. Pero la inercia de la unanimidad inicial puede acabar resultando engañosa. Las puñaladas traperas son malas. Pero las balsas de aceite no son buenas. Hay demasiados conflictos en el horizonte y decisiones muy difíciles que tienen que ser adoptadas, como para que no tengan reflejo en el interior del partido. La calma a veces es el presagio de la tormenta.

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