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Aumentar salarios

Miguel Ángel Fernández Ordoñez

Al Gobierno le parece mucho el 4% de aumento de salarios que piden los sindicatos. A éstos les parece insuficiente la subida del 2% que sugiere el Gobierno. Esta discusión se plantea cuando nos enteramos de que este año, el mismo en que los salarios reales de los trabajadores españoles han descendido por la inflación, las empresas que cotizan en Bolsa han aumentado más de un 25% sus beneficios en relación a los obtenidos el año pasado. La central de Balances del Banco de España muestra unos resultados empresariales aún más espectaculares. Las empresas de la muestra analizada han aumentado la remuneración de sus asalariados en un 3,4%, mientras sus beneficios han crecido un 48%. El porcentaje de los beneficios empresariales sobre el valor añadido ha alcanzado un 32%, el máximo histórico de la serie que publica el Banco de España, lo que seguramente ha llevado a esa prudente institución a atreverse a calificar de "excelentes" las condiciones en que se encuentran los negocios empresariales en España.Es evidente que, para numerosas empresas españolas que están gozando de unos aumentos extraordinarios de productividad y rentabilidad, un incremento del 4% de los salarios puede ser un aumento pequeño, casi ridículo. Y, sin embargo, un incremento de los salarios del 2% puede ser un aumento excesivo para otras empresas que no han tenido esos magníficos resultados y que van a enfrentarse a un futuro en el que no caben devaluaciones de la moneda que les permitan trasladar esos aumentos a los precios. En estos momentos, la debilidad del euro está ocultando la pérdida de competitividad, y un 2% de aumento salarial puede ser suicida para muchas empresas, si el euro se recupera. Y lo que es más importante, las actuales tablas salariales de muchos convenios están por encima de los salarios que sería razonable pagar al comenzar la aventura de una nueva empresa, lo que frena la creación de empleo.

De acuerdo con nuestro sistema de negociación colectiva, no se distingue suficientemente entre unas empresas y otras, y así cualquier aumento salarial -sea el 2% o el 4%- será siempre poco para algunas y mucho para otras. Por una parte, se impedirá que muchos trabajadores participen en los espectaculares beneficios derivados de los aumentos de productividad y rentabilidad de muchas empresas, y, por otra, se crearán problemas a otras empresas. Y, lo que nos debería preocupar más, se seguirá dificultando la tasa de natalidad empresarial, lo que no debe disociarse de nuestras altas tasas de paro.

Este dilema podría resolverse si la negociación salarial se adecuara a la distinta realidad de cada empresa. Pero los sindicatos españoles se oponen radicalmente a esta idea, considerando que pone en juego su propia existencia. Durante mucho tiempo las patronales se han opuesto también a la descentralización de la negociación salarial porque el sistema actual proporciona una prima de beneficio adicional a algunas empresas y dificulta la entrada de nuevas empresas competidoras. Ahora parece que la CEOE está dispuesta a cambiar de idea. Hay que esperar que este cambio sea sincero y que no haya lanzado la idea de descentralizar la negociación pensando que no tendrá posibilidades de prosperar porque saben que el Gobierno actual no está dispuesto a disgustar a nadie y, por tanto, no hay riesgo de que vaya a modificar la estructura actual de la negociación colectiva.

Cuanto más crezca la economía española, y también para que pueda crecer más, es absolutamente necesario avanzar en la descentralización de la negociación salarial. Los sindicatos deben ser los más interesados en hacer propuestas que, sin poner en riesgo su existencia, den respuesta al hecho de que no todas las empresas son iguales, que no todas ganan lo mismo ni pueden pagar lo mismo. Se podrían explorar fórmulas como que los sindicatos siguieran negociando y decidiendo, a escala sectorial, las condiciones distintas de las salariales y, sin embargo, dejasen la negociación salarial en el nivel de las empresas. Deben ser los sindicatos los primeros interesados en cambiar un sistema que es injusto porque frena, a la vez, el aumento de salarios y el crecimiento del empleo.

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