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El Oporto sentencia al Espanyol, y el Celta empata en Ucrania

Robert Álvarez

Esperanza céltica

El Oporto le pasó la mano por la cara al Espanyol (0-2, con goles de Drulovic, en el m. 47, y Pena, en el m. 72) en un partido que los de Montjuïc jugaron mejor durante mucho tiempo, pero en el que acabaron a punto de salir goleados. La culpa de la paradoja que deja con un pie fuera de la Copa de la UEFA al Espanyol la tuvo el oficio, esa virtud tan valiosa como etérea y desapercibida: no se advierte hasta que no se abre la brecha en el marcador, generalmente y como ayer hasta bien entrado el partido.Es una cualidad, ese oficio, que tiene un doble efecto sobre un enfrentamiento: dota de una confianza extraordinaria al equipo sabedor de estar en su posesión y desquicia al equipo que tiene que capitular ante ella. ¿Qué es el oficio? Lo que hizo el Oporto ayer: guardar la ropa, contener con eficacia y hasta con suerte sin perder la compostura de su entramado táctico y dar la estocada en la primera oportunidad.

La Liga de Campeones le vino grande al Shakthar y la UEFA, a poco que el Celta atine en Balaídos, también despedirá al conjunto de Ucrania. Los gallegos sólo tendrán que concentrarse un rato, repasar las ocasiones desperdiciadas ayer, recuperar alguna de sus ausencias y despachar a un rival vigoroso, atrevido, pero limitado. El Celta vivió casi todo el encuentro de un espejismo alimentado durante los primeros diez minutos del choque. Ahí disfrutó de una cascada de ocasiones tan claras que ofuscaron, por turnos, tanto a Mc Carthy como a Catanha. Después, el conjunto de Víctor Fernández corrió para recrear su arranque fulgurante, pero fue difuminándose en la tarea. Sólo Karpin parecía capaz de asegurar el rumbo de su equipo, y su resistencia tiene un límite. Agotado el ruso, su equipo empezó a moverse por impulsos, con más buena voluntad que criterio. Les costaba poco esfuerzo ganar el área rival, pero un mundo atinar en los últimos metros.

Además, el Celta enseguida tuvo que emplearse en contener a un rival joven que apuesta por la verticalidad y que reclamó su cuota de protagonismo en el área rival.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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