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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un buen trabajo

Se cumplen hoy 25 años de la proclamación de don Juan Carlos como Jefe de Estado a título de Rey. De aquellas Cortes franquistas, nombradas a dedo, a las actuales, elegidas por sufragio universal, media el abismo que hay entre una dictadura y una democracia. En ese proceso de cambio, el Rey ha desempeñado un importante papel como conciliador de las dos Españas que el franquismo se había ocupado de perpetuar. En la construcción de una monarquía parlamentaria y moderna, garantizada por una Constitución que ha demostrado su valor, renunció a los poderes recibidos del anterior régimen, lo que le hizo perder potestades, pero ganar autoridad personal. Y estuvo en su lugar defendiendo la democracia cuando hubo que hacerlo, en la dramática noche del 23 de febrero de 1981.Juan Carlos I ha contado con la colaboración y complicidad de la Reina, y en los últimos años la Corona ha ganado institucionalmente con la labor que desarrolla el heredero, el príncipe de Asturias. Los rasgos de carácter del Rey le han permitido conectar con amplios sectores de la ciudadanía. Su juego limpio con la misma no siempre ha sido correspondido. Estos días, su opinión institucional, expresada a través de una entrevista concedida a la televisión pública, ha sido instrumentalizada a favor de un medio privado, sin que el jefe de la Casa del Rey o su portavoz hayan dado explicación convincente.

El Rey es un protagonista clave de la transición, pero no el único, como pretenden algunos recientes hagiógrafos que estuvieron al margen de ese proceso político colectivo, en un intento de revisar la historia para falsearla. Pero sin él, sin su sentido político y su capacidad para aglutinar fuerzas, el milagro hubiera sido mucho más difícil. Baste ver estos días las imágenes de la jura de su cargo hace 25 años, en el siniestro ambiente del tardofranquismo, para percatarse de la labor necesaria para desmontar un régimen no democrático que parecía eterno. Hoy vivimos un presente que a las nuevas generaciones les parece natural, pero que costó mucho alumbrar.

El Rey no sólo es un símbolo: es una realidad al frente de una institución que tiene una proyección exterior central, en beneficio de nuestro país. En la Europa de la moneda única, una monarquía de tan sólo 25 años de edad puede parecer insólita. Sin embargo, de los actuales 15 países que la integran, siete son monarquías. El europeísmo activo de Juan Carlos le hizo merecer el Premio Carlomagno.

Seguramente es por este tipo de cosas por lo que en la encuesta que hoy publica este periódico la Corona es la institución mejor valorada, al tiempo que los ciudadanos otorgan sobresaliente al Rey en dos asignaturas que hace 25 años eran inciertas: ganarse a muchos de los que estaban contra la Monarquía, superando la tradicional línea divisoria entre monárquicos y republicanos, y haber hecho "un buen trabajo".

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